Hace
10 años Dany Boon dio nos mostró al mundo entero quiénes eran los chetis.
La zona más al norte de Francia. Además de forrarse con Bienvenidos al Norte, convirtió la película en un clásico que
luego ha sido decenas de veces imitado sin que llegasen a superar el original.
Ahora
Boon vuelve a los chetis y acierta al no repetir los esquemas. Aunque,
por supuesto, los chetis vuelven con sus pichulas, sus mojones, sus tiotas, sus
bobacones, sus pandiús y toda esa jerga entrañable que han tratado de traducir
de algún modo al español.
No
busca la comedia directa. Tiene un enfoque de aproximación a través de un drama
suave y sentimental. Un célebre diseñador de interiores que se hizo a sí mismo
desde la nada ya que es huérfano. O lo sería si no tuviese una familia cheti a
la que mantiene lo más lejos posible… hasta que la familia viene a él: su
madre, su hermano Gus, su cuñada Louloute y su sobrina Britney (pronúnciese
Brizni).
La
peli es sensiblemente inferior porque la inclinación a lo sentimental la hace
muy previsible. Aunque tampoco sea tan graciosa como Bienvenidos al Norte tiene unas cuantas escenas muy locas y eso
la salva.
Boon aprovecha también para
criticar el arte conceptual, para mí los gags más divertidos de la peli (ay, esa mesa monolito).
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