Empezaré diciendo lo que no me gusta.
No me gusta que la trama sea, otra vez, la
de la burguesía parisina, esa burguesía de elevados principios morales
liberales que defienden a capa y espada aunque les lleva siempre al desastre;
la de esa burguesía que sólo va al cine a ver a Mizoguchi o el cine
rumano de Radu Mihaileanu; la de esa burguesía que, en fin, sólo sabe
hablarnos de sí misma, sin imaginación para concebir otros mundos fuera del
suyo.
Pero me gustó su estructura de aspersor,
sembrando el guión de anécdotas dispersas, sin aparente importancia, sobre dos
hermanas, sus maridos, hijos, madre, amistades. Y de pronto, poco a poco, todo
empieza a confluir hacia los demoledores mazazos finales.
Cécile Telerman,
en el fondo, es muy moralista y la honradez triunfa. Pero a qué precio. La
disolución familiar y de amistades parece el destino de todo burgués parisino.
Y aunque se hable de Emmanuelle Béart
(que sí, que lleva muy bien sus 50 años) creo que la interpretación de Julie
Depardieu se lleva el gato al agua, llenando de sugerencia una vida muy
cotidiana.
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