Rosebud no explicaba al Ciudadano.
Sigue siendo solamente un Individuo.
Eso es lo bueno: es inagotable.
Como ocurre con todo el buen cine.
Como ocurre con la vida.
Crítica y opinión de cine y series.
Dos problemas gordos se le vienen encima al
mamut Mannie: empieza la deriva continental y tiene una hija adolescente
llamada Melocotón.
Hay que atribuir a la película el mérito de
informarnos acerca de ciertos pasajes ocultos de nuestra Tierra. Intuíamos que
Scrat había tenido algo que ver en la deriva continental y en la desaparición
de la Scratlántida, pero ahora sabemos exactamente cómo ocurrió. El capítulo 3º de la saga ya sobraba. El
presente ni te cuento. Un tiovivo de glaciares, hielo, chapuzones y montañas
rusas naturales que para los peques está bien pero que a los adultos, más allá
de dos o tres chistes, no dirá gran cosa. Un gorila pirata y su tripulación
descerebrada vienen a ser el alter ego respectivo de nuestros héroes. -¿Cuándo me dejarás salir con chicos? -El día que me muera. Tres días después.
Aseguraos que estoy muerto.
Lo que más me gustaba de los cómics de Dylan Dog era algo que podríamos
llamar su lógica paranormal.
Los humanos somos unos seres que nos fijamos
demasiado en lo material. Tanto que muchos, incluso, niegan lo espiritual. Así
de fuerte nos ata el cuerpo. Dylan Dog
era un tipo que se paseaba por el mundo de lo paranormal con la misma lógica
con la que se movía por el mundo material. Él rompía las fronteras porque no
las veía. No las hay. Todo es lo mismo. Vampiros, licántropos, zombis, humanos...
Daba igual. Lo vivo, lo muerto, lo no-muerto. Lo no del todo muerto. Lo de acá.
Lo de allá. Lo paranormal era un modo de expresar lo sobrenatural. O, al menos,
yo lo quería ver así. Leí unos cuantos cómics hasta que me saturó
su repetición. Como película aislada podía haber evitado
ese problema pero alberga muchos otros. Series como Buffy cazavampiros y Sobrenatural
tuvieron grandes capítulos. Como series largas también tuvieron capítulos
pésimos. Dicen que Sobrenatural
se encuentra metida de fondo en ello. Intentando ser cada vez peor. El
principal problema de esta adaptación cinematográfica de Dylan Dog es que ha elegido lo peor
de ambas series y las ha juntado pensando que multiplicaba negativo por
negativo. Y no. Los suma. Una pena que destrocen así otro cómic más.
En realidad, casi lo único que conserva del original es el título. Sólo me gustó la tanda de chistes acerca de Sclavi.
Aaron Sorkin. Artífice de una de
las mejores series (quizá la mejor) de la televisión: El Ala Oeste de la Casa Blanca. En mi política de no exaltar a
las personas sino a las obras, diré que me pareció muy bien la cancelación de Studio
60 on the Sunset Strip. Muchos, que oyeron hablar de Sorkin por
primera vez tras La red social,
ahora reivindican aquella serie. Pero estoy seguro de que lo hacen porque no la
han visto. En la más optimista de las percepciones era mediocre.
Emily Mortimer.
Mi querido Frankie la
descubrió (para mí) y se convirtió, junto a Christina Ricci, en una de
mis actrices favoritas. Infravalorada siempre. Pero de una versatilidad
pasmosa. La he seguido luego en casi todo lo que ha hecho. Siempre solvente sea
comedia, drama, suspense.... Alison Pill. Después de ver su
interpretación en In Treatment,
¿cómo no estar pendiente de ella? Así que los tres se dan cita en la serie. Un
piloto que me ha parecido espléndido. También minoritario. O, mejor dicho,
selecto. Me alucina el aluvión de críticas que ha recibido en Estados Unidos.
Todas ellas se pueden reducir a una sola cosa: los personajes de Sorkin
son demasiado inteligentes, idealistas y alejados de la vida real. No sé. Si uno vive inmerso en una
cinematografía y unas series como las españolas, tan zafias, ruines e imbéciles,
implora por cosas como ésta. No seré yo quien ponga pegas a alguien que intenta
mejorar la realidad. Aunque ideológicamente esté, con frecuencia, en
desacuerdo con lo que pienso. ¿Que The
Newsroom es demasiado perfecta, que a nadie se le ocurren esos diálogos
sobre la marcha, que los personajes están todos sobre la media, que refleja
situaciones ideales? Pues muy bien. Es rápida, dinámica, habla de temas de los
que ninguna otra serie habla, está trabajada con perfeccionismo... Si sigue así, que cuente conmigo. Los
críticos americanos pueden venir a ver lo que hacemos por aquí. Aunque creo
quehay mucha envidia ahí detrás. -Maggie... ¡Te voy a llevar de compras!
Soy un gran defensor del género
post-apocalíptico, una variante de la ciencia-ficción que se presta, si se
quiere, a desarrollos sorprendentes. En el género post-apocalíptico puedes
introducir marcianos, pandemias, zombis, enfrentamientos bélicos, explosiones
nucleares, un secreto. Puedes desarrollarlo en variantes casi infinitas. Y,
sobre todo, puedes introducir complejos problemas éticos. Cosa que a casi todas
se les olvida en el primer episodio.
¿Cuál fue el principal problema de Falling Skies en su primera
temporada? Que dejaron a los personajes metidos en una escuela especulando
obviedades sin que la acción avanzara. ¿Cuál fue el problema de The Walking Dead en su segunda
temporada? Que dejaron a los personajes metidos en una granja especulando
obviedades sin que la trama avanzara. Y, en ambos casos, un capítulo final que
sugería que la cosa podía moverse, satisfizo a los fans y les dio un pase para
la renovación. Bien. Falling
Skies metió al prota en una nave espacial y, después de que no
ocurriera nada, vuelve a estar donde estaba. No del todo, porque ahora se
mueven alrededor de un río en vez de una escuela. Y los alienígenas muestran
más truquitos. La cuestión es que le daré un capítulo o dos de margen. Luego,
mucho me temo que terminaré con ella. Entre otras cosas porque se acerca Revolution pidiendo paso. Post-apocalíptica
de J. J. Abrams. ¿Caerá en los mismo errores que otras o será capaz de
sacarle al género todo el partido que se la puede sacar? Desde luego lo de la nave espacial de Falling Skies como elemento de
sorpresa y enganche fue una jugada maestra. Y un vergüenza maestra el modo de
resolverlo. La abducción con menos sentido de las muchas que la historia de la
humanidad ha documentado.
Me gusta el cine y me gustan las series. No
entiendo a los fundamentalistas de las series: el nuevo cine, mejor que el
cine, el futuro del cine, el cine está en casa.
Creo, sinceramente, que esos fanáticos
deberían ver más cine. De ese modo, su valoración crítica sería más justa,
cabal, racional y, sobre todo, objetiva. En el ejercicio de mi libertad me he puesto
a pensar. No te preocupes. No será habitual. Y llego a la conclusión de que,
aunque las ideas pueden suplir al dinero, el dinero sí importa si necesitas
mucho dinero. Y, en eso, las series tienen un problema. Juego de Tronos necesitaría 10 veces más dinero para
resultar decente. Que la gente le perdone los fallos porque no tiene dinero, es
injusto. Para el cine y para otras series. Por eso abandoné Juego de Tronos. Decidí ver el tan
cacareadamente espléndido episodio de Blackwater
porque todos los blogs de series se deshacían en elogios. Y, al acabar de
verlo, me pregunté si me habría descargado un capítulo equivocado. Blancanieves y la leyenda del cazador,
sin ser un peliculón, le da media docena de lecciones. Dicen: no se ha visto nada igual en televisión.
Pues vale. Vete a verlo al cine. Allí sí se ve. No se puede sacar pecho en plan campeón, pretender
competir de igual a igual con el cine y, cuando no puedes hacerlo, pedir que tu
mediocridad sea perdonada. Lo siento. Haz una sitcom con buenas ideas. Pero yo veo cine y veo series. No voy a
quedarme en la caverna de Platón, mirando sombras, cuando puedo ver las
sombras, los colores, las figuras y todo lo demás. Pero, por encima de todo, no
diré que las sombras son colores. Una comparación con el fútbol (y esto sí que
no será habitual). La jugada no acabó en gol aunque era un tiro a puerta vacía,
pero no pasa nada porque eran jugadores de tercera. Pues, tío, vete a ver
fútbol de primera. Por cierto. Escribo esto porque me ha
cabreado un poquito el tono dogmático general acerca de Blackwater. La imposibilidad de disentir o estar en contra. O
de ponerle peros. Pues lo siento. Yo discrepo y me enfurruño y me tomo una
cerveza a la mala salud de Juego de
Tronos.
Cabeza y Culebra. Dos delincuentes de poca
monta atracan una sucursal justo cuando un hombre entra con un chaleco bomba.
Una pareja de novios, una funcionaria,
periodistas, un parado no del todo parado, empleados (uno de ellos gay porque los
gays también son seres vivos), la limpiadora, el director corrupto de la
sucursal, un empresario corrupto, políticos corruptos, el chino, la Semana
Santa sevillana, cámaras, luces de Navidad en marzo y la inspectora, que es de
Burgos y no se cosca con la idiosincrasia. ¡Ah! Y la Jessi. Barrio de Triana. Bienvenidos al circo. Tras ver el cartel no apostaba un euro por
esta peli. Pero los comentarios leídos me arrastraron. Que Juanan
(sevillano) y Ricardo (Cieza) fueran a verla, también ayudó. Por si
había problemas de traducción. E hice bien. Una comedia con un ritmo
logradísimo, diálogos tronchantes, llena de estereotipos, pero un reflejo fiel
(terriblemente fiel, divertidamente fiel, asquerosamente fiel) de la España en
crisis. También hay un maletín tarantiniano sacado
de Pulp Fiction. Alfonso Sánchez.
Tras esa pinta de bruto (él es el Cabeza) hay un director capaz de sorprender
con una comedia de presupuesto ínfimo. ¿Mejorarán las cosas? Depende. Antes íbamos
en moto de derecha a izquierda. Ahora en moto de agua de izquierda a derecha.
Pero siguen quedándose sin gasolina. -Estudié Ingeniería Informática, pero soy
reponedor de Mercadona. Esto qué es lo que es.
Ya me ha pasado con otras películas de Kevin
Smith (la injustamente sobrevalorada Clerks
y la justamente olvidada Una chica de
Jersey).
Tan intrascendente que me da pereza escribir
de ella. Voy a hacer un esfuerzo mayúsculo. Empieza siendo una peli de adolescentes
salidos. Luego es una peli de terror gore
con una secta. Después una película de liberación en un secuestro con rehenes.
Finalmente un interrogatorio insustancial. Esta amalgama de géneros que nunca debieron
encontrarse (no hay tempo, falta empuje, coherencia) va salpicada de
larguísimas parrafadas sosas, aburridas, sin contenido. La gente habla por
hablar y Kevin Smith cree que tiene gracia (o algo) porque lo filma.
Pero no la tiene. Él cree que sí. Vaya si se lo cree. En los
títulos de crédito divide a los intérpretes en sexo, religión y política. El tío cree que ha hablado con
profundidad de esas tres cosas. Pobre. Pero ya digo. Es lo que esperaba de él. Un
nivel de discurso elemental.
Me da igual lo que diga la gente, el me
gusta o no me gusta, el defecto que encontré aquí y allá, el me cuadra o no me
cuadra, el se parece demasiado o no lo suficiente a Twin Peaks (qué pesados), el Rosie Larsen no se parece a Laura
Palmer.
Me encanta. Porque está bien hecha. Muy bien
hecha. Con momentos inmensamente grandes, inmensamente demoledores,
inmensamente logrados. Me encanta Holder entrando en el casino
después de psiquiatría, palizas y faenas, más chulo que un ocho. Me encanta la
impenetrabilidad de Linden que, sin embargo, tanto nos dice de ella. Me encanta
todo ese recorrido social y de despiste que a otros tanto les molesta. Me
encanta ese flashback del último
capítulo en que por primera vez vemos a Rosie, no a través de un vídeo, de una
cámara de ascensor, sino sólo la cámara real. Me encanta su planificación, atmósfera,
producción. Pero sobre todo me encanta que, el final de
la primera temporada, que solivianto a medio mundo sin posibilidad de
recuperación, a la luz del final de la segunda, sea tan magistral. El
paralelismo entre ambos, entre Jamie y Terry, entre las reacciones de uno y la
otra, ese modo de volcarse en las personas afectadas pretendiendo reparar su
descomunal error. Me gusta esa estructura. Y si no te gusta, deja de verla. Deja de
sufrir. Y, si encuentras otra serie policiaca con menos fallos y mejor hecha,
me avisas. Porque es un poco incongruente, lo he comprobado, que gente que
crítica The Killing por sus
errores, sea fan incondicional de chuminadas tan espectaculares como El mentalista o Hawaii 5.0. Esas no me gustan a mí. Por eso no las veo.
Con tres capítulos de cada tuve bastante. De The Killing espero, al menos, 26 más.
Simple como el mecanismo de una piruleta e
inverosímil hasta extremos alucinógenos. Lo del guardaespaldas de la hija del
Presidente es de traca. El tío más inepto que te puedas imaginar. Suicidarse es
lo mejor que hizo en su vida. La gran diferencia con La jungla de cristal es que John
MacClane siempre iba directo al peligro y jamás daba un paso atrás. Este Snow (Guy
Pearce) es un tío que quiere meterse en los menos problemas posibles y las
cosas se le van arreglando porque sí. Él no es el desencadenante de la acción. Los desencadenantes son cosas increíbles e
imposibles. Si la amiga io ve cómo funciona la caída libre en gravedad cero
o esa prisión en órbita que necesita un chófer, le da algo. Y con lo fácil que es escaparse, ¿a nadie se
le ocurrió? No. Lo dejaron para el final para nuestros
dos protas. Guy Pearce y Maggie Grace, la hija del Presidente.
Manda narices. Me gusta la estética utilizada en la infartante
persecución inicial.
A lo largo de la historia ha habido
personajes locos cargados de genialidad que han hecho grandes obras artísticas.
Wes Anderson no es uno de ellos. En ocasiones, cuando la gran mayoría ensalza
algo y uno no está de acuerdo, conviene inclinar la cabeza y admitir que uno no
tiene razón. Pero en otras ocasiones es inevitable pensar: ¿y si están todos
equivocados y yo tengo razón? Wes Anderson me
suscita esta pregunta. Con sus películas hay tres tiempos de
reacción. 1. Este tío es imbécil y yo lo soy más por
dejarme tomar el pelo. 2. No puede ser que sea tan imbécil ni la
peli tan mala. Debo pensarla hasta que le encuentre sentido. 3. ¿Por qué perder el tiempo en pensar sobre
algo que, de entrada, me parece una chuminada? Wes Anderson consigue que me
interese por autores verdaderamente serios. Eso sí: cierra los ojos para no ver sus
cargantes travellings laterales,
trata de obviar los diálogos sin alma ni emoción. Entonces, oh, sí, entonces,
sólo entonces, podrás disfrutar de la música de Alexandre Desplat. -La poesía no tiene por qué rimar. Basta con
que sea novedosa. Wes, tío, ahí está tu
problema. Alguien debería haberte explicado que hace falta algo más.
Los primeros 20 minutos son difíciles por
dos motivos.
1. Espías, militares; Filipinas, Costa Rica,
Ucrania, Estados Unidos; narcotráfico, tráfico de armas, terroristas islámicos.
Un aluvión de temas y escenarios que no parecen entrelazar. Lo harán más
adelante, pero hay que estar atento. 2. El discurso patriótico en off, esa voz
exageradamente volcada en el fervor nacional. Que a alguien tan pro-yanqui como
yo, llegará a asustarle, significa algo. Pero pasados los primeros 20 minutos la cosa
no pasa de ser una novela de Tom Clancy con tonos realistas.
Conspiración global, misión para desarticularla. Y un muestrario de armas imponente.
Submarinos que llevan mini-submarinos, helicópteros que transportan barcazas,
lanzamisiles, granadas, rifles, ametralladoras, chalecos bomba... Está bien rodada, con dinamismo. En
ocasiones con ingenio, como el travelling de arranque en Filipinas o el enmoquetamiento de la espía americana.
El problema es que, pese a sus aspiraciones de propaganda para alistarse en el ejército, pese a su
discurso moral sobre el honor, los directores han confundido el amor a la patria con jugar un videojuego.
La verdad: me he planteado mucho si comentar
esta película o no. Por cosas así, uno pierde la poca reputación que le queda. Pero
qué le vamos a hacer. Ha triunfado en los países de Europa en que se ha estrenado, tiene muy mala leche y está bien hecha.
En 1945 un grupo de selectos nazis huyó a la
cara oculta de la Luna y, allí, han proseguido su plan de invasión. 2018. La presidenta de Estados Unidos, con
un sospechoso parecido a Sarah Palin, trata de renovar su mandato. Marciana a más no poder. Pero con cosas brillantes:
el Yes, she can; el uso, por parte de
la presidenta americana, de la retórica nazi en sus discursos; la nave espacial
USS George Bush con trajes Star Trek; los nazis con casco tipo
Darth Vader; el iphone y el ipad como tecnología revolucionaria al servicio
nazi; la asesora de imagen y su arranque hitleriano parodiando El hundimiento; las batallas estilo Battlestar Galactica y Star Wars... La demencia. Ojo. La peli viene de Finlandia. Me ha
preocupado que sea más anti-yanqui que anti-nazi. De hecho no suena del
todo anti-nazi. Suena como que, si quitas lo de matar gente, el resto de las
ideas no estaban mal del todo. Si la chica besa a un negro seguro que cuela. Y
cuela. Lo que demuestra que la mayoría de la gente no lee entre líneas. O tal vez quiere decir que, si pones una
rubia curvilínea en vez de a un señor bajito con bigote, las cosas serán
distintas.
La imaginación va por delante de los medios.
Al menos, antes, iba. Cuando Lucas sabía cómo quería hacer La Guerra de las Galaxias pero no
tenía los recursos necesarios (en su caso habría sido mejor que no llegara a
tenerlos nunca). Al igual que James Cameron y su primer Terminator. O Pixar. Tuvieron que
crear ellos mismos empresas capaces de desarrollar lo necesario. Planeta prohibido es, técnicamente, lo que cabía esperar. Ese
platillo volante. De los de toda la vida, de los de andar por casa. Un platillo
volante que es un círculo con una cúpula arriba y un cilindro luminoso debajo.
Sin adornos, ni historias. Un platillo volante casero. Decorados, vestuario, el
robot... Todo de andar en pijama y zapatillas. Aunque se esmeran con algunas escenografías
como el descomunal interior de las instalaciones alienígenas. Pero los temas son otra cosa. Hay mucha
ciencia-ficción ahí detrás. La exploración del espacio, los límites de la
ciencia, el subconsciente, las culturas alienígenas, el robot que parece
cumplir las leyes de la robótica... Una película tremendamente sugerente. ¡Ah, claro! Y el tema de la humanidad
crecida inocente en un entorno de armonía, mostrado a través de la chica cañón,
que no está claro si es tonta o se lo hace.
Ella, una joven acaudalada que conoce a toda
la alta sociedad. Él, un detective que conoce a todos en los bajos fondos. Son Nora
y Nick, el matrimonio Charles.
Y Asta, por supuesto. Entre 1934 y 1947, William Powell y Myrna
Loy (y Asta, por supuesto), protagonizaron 6 películas1 sobre el
detective ideado por Dashiell Hammett, el mejor escritor de novela negra
del mundo. Las 4 primeras, y mejores, fueron dirigidas por W. S. Van Dyke.
Después de muerto ya no se encontraba en condiciones para rodar las otras dos y
fue una pérdida notable para el cine. La saga no tiene nada que envidiar a
otras muchas del género pero, quizá porque estaban concebidas en clave de
comedia alocada (pura screwball), han
caído más en el olvido. Mi favorita es Ella, él y Asta, tan antigua (1936) que incluso James
Stewart era secundario. Cosa oportuna pues hace un papel bien distinto al
que nos tiene acostumbrados. El ritmo es frenético. El primer respiro que
concede, breve, es a la hora de metraje. El tiempo de preparar unos huevos
revueltos y otra vez a pisar el acelerador. Nora y Nick van de lío en lío, con
los familiares de ella (museo de cera), los amigos de él (delincuentes) y una
serie de asesinatos. Nora y Nick se lo pasan bien, se divierten,
beben como cosacos, disfrutan de la vida y resuelven crímenes. Y Asta, por
supuesto. Todas las pelis tienen unos diálogos
acerados y mordientes, llenos de ingenio. -Ese niño se parece cada vez más a su padre. -Desde luego. Esta mañana estaba jugando con
un sacacorchos. __________ 1. Por si te interesan los títulos de las 6
películas, aquí están. En mi opinión, merecen la pena. The Thin Man (1934). La cena de los acusados. After the Thin Man (1936). Ella, él y Asta. Another Thin Man (1939). Otra reunión de los acusados. Shadow of the Thin Man (1941). La sombra de los acusados. The Thin Man Goes Home (1944). El regreso de aquel hombre. Song of the Thin Man (1947). La ruleta de la muerte o La
canción de los acusados.
Me importan un pito las aves. Soy incapaz de
distinguir un águila real de un buitre, un colibrí de un mirlo. Para mí todo
son gallinas. Unas vuelan más alto que otras. Pero gallinas al fin y al cabo.
Lo digo porque, si alabo esta película, no lo
hago por ser un ornitólogo redomado, ni un aficionado de los plumíferos. Es una historia amable, simple, humana. Una
historia de tres locos que compiten para tener un récord: quién ve más aves en
un año. En Estados Unidos hasta la observación de aves es una competición. Ellos son Steve Martin (un
multimillonario), Owen Wilson (que ostenta el récord, 732 especies) y Jack
Black (aparentemente un perdedor). Y van apareciendo Rosamund Pike, Joel
McHale, Dianne Wiest, Jim Parsons, Anjelica Huston, Rashida
Jones, Tim Blake Nelson... La historia de una obsesión, de una
vocación, de una ilusión. La ocasión de hacer amigos o enemigos, de compartir o
rechazar. De honor y confianza. Una locura que lleva por todo Estados Unidos.
Una extraordinaria metáfora de la vida donde la búsqueda vuelve a ser el eje
principal. La búsqueda, no la meta. Porque es el viaje el que te aporta algo a
la vida. Personajes bien trazados, una visión serena
de la complejidad humana. Te la recomiendo. Y, bueno, si te gustan las
gallinas, te volverás loco.
Llevaba un tiempo dándole vueltas a algo que
me preocupaba: ¿por qué se estrenan películas tan flojas/malas en las próximas
semanas? ¿Por qué ningún taquillazo, ninguna megaproducción?
Estaba elaborando ya teorías de la
conspiración, complejos sistemas paranoicos, sospechas acerca de todo. Se veían
implicados la CIA, el gobierno español y las conexiones con el dinero islámico.
Me preguntaba también si el repentino auge de Yo soy cani, ese éxito en homenaje a lo facilón y la carencia
de buen gusto, tendría algo que ver. Pero, entonces, un amigo me ha dado una
explicación sencilla. Se celebra la Eurocopa. Al parecer, este evento reúne a
una serie de equipos de fútbol. El fútbol es un deporte en el que, en vez de
dar 22 balones, uno a cada jugador, dan sólo uno, para que se lo disputen
conforme a una serie de reglas estrictas que, por desgracia, no permiten los
puñetazos, las patadas ni los placajes. Es decir, le quitan cualquier aliciente
que pudiera tener. Y, sin embargo, es el nuevo circo romano, lo
que los gobiernos emplean para tener a la gente quieta en sus casas durante la
temporada de vacaciones, para que la plebe no piense en incendiar el Parlamento
o meter en la cárcel a los ministros. Que es lo que deberíamos estar haciendo. Sea como fuere, la Eurocopa parece que es
algo que ve mucha gente. Tanta que no compensa estrenar buenas pelis. Y de una cosa que llaman Olimpiadas
hablaremos otro día.
En Granujas
a todo ritmo, Jake y Elwood suplantaban a un grupo para tocar en un
local. Preguntaban qué clase de música escuchaba la gente por allí:
-De los dos tipos: country y western. Longmire también toca los dos tipos. He aquí una serie de capítulos
autoconclusivos que sí puedo aceptar. Sin remordimientos a la hora de dejar
alguno. Es Justified pero más western todavía. Condado de Absaroka,
Wyoming. Casi en Montana. Es decir, lejos de todas partes y cerca de ningún
sitio. Longmire (Robert Taylor), sheriff.
Valores tradicionales, chapado a la antigua, todo eso. Un John Wayne
moderno. Recientemente viudo. Bebe cerveza Rainier y vive en ese lugar que hace
a los hombres como son. Porque si no, no vives allí. Tres ayudantes. Uno que le zancadillea, otro
que no hace nada y otra, Vic (Katee Sackhoff), en la que puede confiar.
Pues claro. Es Katee Sackhoff. Friquis de Battlestar Galactica, uníos. Pasar 5 años en homicidios tiene
sus ventajas. Y alguna desventaja. Sencilla, previsible. Pero es lo que tiene
el vivir en un lugar así. Las cosas son como son y no pueden ser de otra
manera. Honesty
And Integrity.
Llega la operación bikini, el tinto con gas
y las series de verano. Creo que me voy a decantar por comentar las últimas. Aunque
pocas novedades me han llamado la atención. The Newsroom (la espero con ganas), Longmire (con curiosidad) y Continuum (con esperanza).
Normalmente un episodio piloto deja
asentadas las bases de lo que va a ser la serie. Serial o procedimental. Continuum no lo dejó claro, así que
esperé al segundo episodio. Y tal vez es procedimental, pero casi ni se ha notado.
Muy hábil. No sé si podrán mantener ese juego mucho tiempo. Me gusta la ambigüedad que maneja: un
gobierno aparentemente dictatorial, unos terroristas que quizá tienen parte de
razón, una poli que cumple su deber pero, quizá, en el lado equivocado.
Terroristas y poli vienen del futuro y la van a liar en nuestro mundo presente. El traje de nuestra poli es la caña. Pero se
han pasado con lo de la invisibilidad, creo yo. Aún no sé si va a ser una refrescante serie
de verano procedente de los fríos de Canadá o si caerá en las redundancias. De
momento, no saberlo es bueno. A ver si dura.
Rodada 3 años después de El pueblo de los malditos, es
sensiblemente inferior. No es una buena película ni en sus planteamientos ni en
sus resoluciones, aunque tiene ciertas pretensiones bienintencionadas.
Para empezar, una cuestión estética
fundamental: el pelo blanco. Los misteriosos niños han sido despojados de su
identificación albina y, aunque parezca una tontería, eso les hace perder
muchísimo carácter. Después, evidentemente, el desenlace de
conflictos es extraordinariamente inverosímil, muy pedestre. Los sucesivos
asaltos a la iglesia en que se refugian los niños son una sucesión de
despropósitos que evidencian la incapacidad para resolver los problemas éticos
que la película ha ido planteando. Y es una pena. Porque, de haber sido buena,
podría haber engendrado una interesantísima mitología propia. Sin necesidad de secuelas
o remakes. Simplemente la elaboración de un universo complejo con múltiples
ramificaciones, argumentos y propuestas. En una cinematografía plagada de marcianos,
vampiros y monstruos tópicos, esos niños son una novedad no resuelta, un
misterio, una ambigüedad que debería dar mucho juego.
Vaqueros y dinosaurios. ¿Qué más puede pedir
un niño?
La vi cuando tenía 9 o 10 años, una de esas
películas que te marcan para toda la vida. Desde entonces, la estuve buscando
para volver a verla. Bueno, he hecho algunas otras cosas en la vida pero, de un
modo u otro, todos mis pasos, se encaminaban a este fin. Los primeros años de búsqueda infantil
fueron infructuosos. En la versión que yo vi se pronunciaba como el valle de
Juanchi. Pero yo sabía que no podía ser ese nombre exactamente. Juanchi era un
amigo mío y dudaba que hubiesen puesto su nombre a un valle. Supe, gracias a mis estudios en Historia del
Arte (carrera que estudié con el único propósito de localizar esta película)
que los efectos especiales tenían que ser de Ray Harryhausen, tan
cutres, tan encantadores, tan de serie B, tan atrevidos, con esos dinosaurios
morados eléctricos, violetas eléctricos, malvas eléctricos. Luego llegó internet y las cosas se
simplificaron mucho. Averigüe, por fin, que el verdadero título era El valle de Gwangi. Pero encontrarla
para descargarla fue toda una odisea, más difícil de lo que esperaba. Y, por
fin, lo conseguí. En fin. Todo un ejercicio de nostalgia. Tan
casposa, elemental, brillante y sugerente como la recordaba. Ahora veré cómo redirijo mi vida.
Imagino que un espejo mágico tiene cantidad
de aplicaciones y que lo mismo te hace la comida que te resuelve integrales en
un pispás.
Pero como asesores de imagen no tienen
ningún futuro. Un desastre, en serio. Figúrate: le preguntas quién es de este
reino la más hermosa y te dice que Kristen Stewart en vez de Charlize
Theron. Como para fiarse de la magia. Dejando aparte tamaño paradigma de
inverosimilitud, el resto de la película está bastante bien y a ratos muy bien.
Hay cosas que recuerdan a Las Crónicas
de Narnia, El Señor de los
anillos, Juana de Arco,
Willow... Pero los copia bien. Un cuento tan sobado como Blancanieves y logra mantenerte en
vilo. Hay romance y acción. Y un fuerte sentido de la épica y la tragedia con
imágenes poderosas y personajes bien esbozados. Kristen Stewart está
mejor que en Crepúsculo, Chris
Hemsworth muchísimo mejor que en Thor
y Charlize Theron irradia una maldad sobrecogedora e imponente. Una mala
malísima, sensacional. Me gusta mucho el Bosque Oscuro y poco el
final, abierto como para una segunda parte con la que vete tú a saber qué
harán.
La psiquiatra comienza analizando un caso
rarito y, poco a poco, se convierte en un marrón de los buenos con algo así
como posesiones diabólicas.
-Sigue hasta el final del camino y pregunta
por la abuela. Y, con todo lo loca que está la abuela, aún
está más cuerda que su contrincante. Siempre me ha llamado la atención los
centenares de adolescentes que se inician con una peli de terror y de los que
no vuelve a saberse. Unos pocos se pasan media vida tratando de salirse del
género y buscando algo más. Julianne Moore
quizá porque no tuvo problemas en abandonar el género,
vuelve a él una y otra vez. Supongo que también lo hace porque puede
interpretar a esos personajes de modo convincente y con los ojos cerrados. Me habría gustado que los directores le
imprimiesen a la película algo más del ritmo que emplearon en Underworld: El despertar. Es verdad
que la historia exige cierta pausa. Pero no tanta. Pese a todo, resulta lo bastante inquietante
y desagradable como para ser entretenida. Si las de terror son lo tuyo, claro.
Si no te gusta que la gente vaya por ahí vomitando tierra, mejor busca otra
cosa.