Porque resulta que la conspiración para asesinar a Abraham Lincoln apenas fue una trampa en el parchís comparada con el juicio que vino después.
Y los políticos de entonces eran tan corruptos y estaban tan ávidos de poder como ahora. Justicia, Derecho, todos iguales ante la ley... meras ficciones. Jueces, periodistas, militares y policías... todos doblegándose ante el político de turno.
Robert Redford dirige, yendo a los papeles, a las actas, a los archivos. Y, oye, a un historiador le pone los pelos de punta y le confirma, una vez más, que para hacer Historia sólo hay una opción: ir a los documentos.
Película sin prejuicios y no apta para los talibanes del Estado de Derecho.
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