Rosebud no explicaba al Ciudadano.
Sigue siendo solamente un Individuo.
Eso es lo bueno: es inagotable.
Como ocurre con todo el buen cine.
Como ocurre con la vida.
Crítica y opinión de cine y series.
El
cine-cine. El
cine puro. El
cine duro. Es
muy exigente y, por tanto, difícil de satisfacer. Era su cumpleaños, así que
nos remontamos a 1936 y a Jean Renoir
para encontrar esta película. Los bajos fondos está repleta de una galería de
personajes asombrosa. Van apareciendo, y siguen apareciendo, y siguen
apareciendo. Unas pocas frases, unos pocos fotogramas y ya está configurado un
carácter de una fuerza sorprendente. Lógicamente,
la base, la novela de Máximo Gorki,
tiene mucho que decir en cuanto a la factura del guión. Pero el modo en que Renoir lo traslada a la pantalla es muy
inteligente. Aunque se maneja con mucha coña, con frases divertidas, todas
encierran cargas de profundidad. La
prostituta: -Yo
descanso de pie. Y
el borrachín: -Mañana,
cuando despierte, no estaré borracho. Y, entonces, ya no tendré nada que decir. Son
los bajos fondos, esos a los que todos podemos llegar en la siguiente esquina
del destino.
Tal
cual. La
película la dirige Daniel Espinosa,
un chileno afincado en Suecia. Supongo que esa perspectiva es lo que hace de la
historia algo interesante. Suecos,
latinos, musulmanes, serbios. Tráfico de droga, blanqueo de dinero, saneamiento
de bancos con dinero del crimen. Gente
con un pasado turbio que no quiere repetir los errores de sus predecesores. Y vuelven
a caer en ellos. Estocolmo.
El reverso de lo que uno piensa. La sociedad del bienestar filmada desde sus
alcantarillas. También
allí la vida puede ser muy complicada. Hace
poco, un adolescente que acababa de descubrir El Padrino, impactado por
lo que había visto, me dijo que era muy realista. Probablemente no quiso decir
eso. Le expliqué que El Padrino no era realista: era
épica. Realista
es Dinero
fácil. Realista, dura, verosímil. Porque todos los criminales tienen
una madre, una hija, una hermana de quién preocuparse. Y los crímenes, como la
vida, no salen conforme al plan.
Un
cruce de cualquier superhéroe con Sky Captain y el mundo de mañana.
Ese
plus, ese valor añadido, como decían en Super 8, es lo que salva la película
y la hace un poquito más interesante. Está
ambientado en la II Guerra Mundial. Pero no nuestra II Guerra Mundial. Es una
II Guerra Mundial con estética retrofuturista, aviones extraños, artefactos
voladores e inventos curiosos. Me
gustó, especialmente, ese Steve Rogers, reconvertido en Capitán América,
sumergido en el mundo de la publicidad, estancado en el mundo de los anuncios,
haciendo giras para que la gente invirtiese en bonos de guerra. Es gracioso ver
cómo un superhéroe queda relegado a hombre-anuncio. Y tiene éxito. Y
como hay un reparto bastante simpático (Chris
Evans, Haley Atwell, Tommy Lee Jones, Hugo Weaving, Stanley Tucci...)
sacan adelante el guión sin muchos problemas. La
mejor frase es para Tommy Lee Jones: -No
voy a besarte.
No
sé qué pasa con las superheroínas. Al cine llegan superhéroes masculinos de
calidad buena, mala y regular, una semana sí y otra no. Y, mal que bien, recuperan
los costes. Batman, Superman, Spider-man, Linterna
Verde, Capitán América, Thor, Iron Man... Tienen más o
menos éxito pero suficiente para sacarse un dinerillo en taquilla.
Pones
una superheroína y todo es un desastre. Recuerda el despropósito de Catwoman.
Recuerda esa película para olvidar. Ahora Wonder Woman. Todo parecía listo
para poner en marcha la serie y, de pronto, fue abortada. Ni siquiera se
estrenó. Gracias a internet fue posible ver el episodio piloto. Con arneses en
los personajes, cables en las peleas, y falta de postproducción. Al
fin hice un hueco para descargármelo y verlo. No sé dónde está el problema.
Creo que es flojita, la verdad, pero también creo que hay cosas muchísimo
peores en pantalla (una cosa tan infame como The Cape aguantó una
temporada). Es convencional y previsible (como la mayoría de las de
superhéroes) pero no abusa de la acción, hay diálogos y tiene sus puntos
originales: la campaña de merchandising
de lndustrias Themyscira en la que Diana se indigna con las muñecas que la
representan. Wonder Woman es una de las pocas superheroínas bien
elaboradas. Sue Storm podría ser la otra excepción. Las demás son mera
anatomía, sin casi psicología. Problema, supongo, de que la industria del cómic
esté en manos de los hombres. Dicen
que habrá película allá para el 2015. Mala
señal poner una fecha tan lejana.
A
finales de los 70 y comienzos de los 80 hacían buenas películas para chavales.
Pelis que conectaban con nuestro mundo adolescente. Aventuras, terror, humor,
amigos.
Gremlins, Tiburón, Encuentros en la tercera fase,
E.
T., el extraterrestre, Poltergeist, Los Goonies, El
secreto de la pirámide, En los límites de la realidad, Regreso
al futuro... E
Indiana
Jones y La Guerra de las Galaxias, por supuesto. Super 8 es una de ésas. Y allí estábamos los
mismos de entonces. Con 30 palos más encima, año arriba, año abajo. ¿Dónde
estaban los adolescentes de ahora? No
sé. O tienen peor gusto o ya no quieren aventuras. No
voy a citar los defectos de Super 8, que los tiene. No los cito
porque el conjunto merece la pena, es nostálgico, nos hace soñar, nos hace
perpetuar los deseos de aventura. Porque en eso consiste todo: empeñarnos en
seguir viendo la vida como una aventura. J. J. Abrams y Spielberg se alían para averiguar si
queda alguien con ese espíritu. Yo
me apunto. Maldita sea. Sigo teniendo
13 años.
Una
adolescente parisina despierta. No sabe quién es ni dónde está. Hay un uniforme
de colegiala, un reloj de bolsillo con una música extraña y una pistola con
balas. Aunque no recuerda nada, sabe que hay algo en lo que es experta: matar.
Así
que, tratando de clarificar su identidad, decide ponerse en contacto con
Mireille Bouquet, alias Noir, la hija de Córcega, la mejor asesina del mundo y
parte del extranjero. Ahora
Noir son dos. Dos bichos de cuidado. Pero una organización milenaria, los
Soldats, controla sus pasos. Dos
Noir. O tal vez tres. Le
cuesta varios capítulos arrancar y se entorpece con repetitivos e inútiles flashback, pero, cuando lo consigue,
tiene momentos de complejidad porque la psicología de ambas está muy bien
trabada. La aparición de Yuri Nezarev (antigua KGB) nos dirá muchas cosas de
Kirika; la aparición de Silvana Gleone (Cosa Nostra) muchas de Mireille. Precioso
el 1x13. Una auténtica joyita por su historia (el hombre de la Legión
Extranjera) y el dibujo de las calles de París. Maravilloso de verdad. Al
final, por supuesto, como son japoneses, lo estropean con el misticismo, los
fanáticos pirados y la madre que los parió. Pero tuvo momentos muy logrados,
mejores de lo esperado. -Sayonara,
Mireille. Seguimos
buscando la luz.
Jacob,
Father Jacob. Trabaja en la Congregación para la Causa de los Santos, pero
muchos le quieren como exorcista. Los demonios no. Así que van a por él, a
través de la gente a la que quiere.
Tenía
esta serie desde hace un año pero no me atrevía con ella. Me gusta una buena
historia de exorcistas tanto como a cualquiera. Me gusta la clásica y
estandarizada hora y media o cosa así. Pero seis horas de angustia,
levitaciones, vómitos de sangre, despellejamientos y demás parafernalia, exigen
algo más que un mero vamos a ver qué pasa. Hay que cogerla por los cuernos. Serie
inglesa, perspectiva anglicana. Para ellos el catolicismo tiene un fuerte
atractivo: conserva los misterios que ellos aparcaron a un lado. La visión es,
en su esencia, bastante acertada. En la superficie, bastante risible. Entre
medias, delirante por momentos. Me
gustó el final. Normalmente se presenta a un creyente como un fanático al que
es imposible convencer con argumentos racionales. Aquí se juega con la postura
inversa: la atea fanática que, aunque vea lo increíble, sigue buscando
explicaciones imposibles. -Debería
hacérselo mirar.
Todos
sabemos que Spielberg está
amortizado. Lo mejor de él es que también lo sabe. Le veremos dirigiendo cosas
en el futuro (Tintín, por ejemplo), pero al menos tiene la decencia, después
de unos cuantos errores, de no ponerse tras la cámara si no tiene nada que
aportar.
Le
vemos, sí, como productor o productor ejecutivo, de muchas cosas. Esta serie,
por ejemplo. Supongo que los responsables inmediatos le pusieron un captador
para tenerle controlado, como hacen los alienígenas con los niños. El
problema de Falling Skies es que es aburrida. Y lo es por un motivo muy
sencillo: cuenta en 10 capítulos lo que debería haber sido contado en tres o,
como mucho, cuatro. Ese
colegio derruido, el John Fitzgerald
Kennedy, es testigo de idas y venidas, vueltas y revueltas, que no conducen
a ningún sitio. Las tramas se vuelven circulares y, tras aparentar que avanza
la acción, vuelven a dejarnos como estábamos. Un
tostón. Yo
me he quitado el captador de modo que, si no hay segunda temporada, no la
echaré de menos.
Naritsugu
es el próximo señor del shogunato. Pero también es depravado, violento y
lujurioso. 13 hombres se reúnen para acabar con él antes de que tenga el poder
del Shogun. Samurais, algún ronin, un cazador con mucho choteo.
1ª
parte: bastante fuerte, toda una declaración de intenciones con ese harakiri. Desmanes
de Naritsugu. Escenas para poner los pelos como escarpias. La mujer mutilada,
el asesinato de una familia... 2ª
parte: los 13 asesinos se reúnen y preparan la estrategia. 3ª
parte: una batalla de 45 minutos donde los confabulados se enfrentan a los 200
hombres del shogunato. Viene
a ser lo que muchas otras películas japonesas cuentan. Azumi, por ejemplo. Pero Takashi Miike, cuando quiere, tiene
mucho estilo, mucha sabiduría en la planificación y un buen modo de mostrarnos
la idea del honor de los samurais. Además, el tío se marca algún que otro
homenaje a Kurosawa. Masacre
total. Y, si no vuelvo, estaré en
el Festival de los Muertos.
Debatir
acerca de lo que es inteligencia, suele plantear muchos problemas. Es un perro
inteligente, es un delfín inteligente, es un ascensor inteligente...
La
película, en mi opinión, hace bien en acentuar la idea de la conciencia de sí
mismo. César, ese mono (perdón, simio), adquiere conciencia de sí mismo. Quién
soy yo, cuál es mi pasado, mi destino. Qué hago con mi vida. Y,
consecuentemente, distingue entre bien y mal. A
la postre, los simios están mejor caracterizados que los humanos, cosa que
resulta un poco inquietante. Aunque, si han adquirido conciencia de sí mismos,
es lógico que tengan su propia psicología y que se ahonde en el desconcierto de
una especie que despierta a la racionalidad y la voluntad. Y
otro tema interesante que me apuntaba io:
los humanos no tenemos competencia. ¿Qué pasaría si la tuviéramos? Me
encantó esa palabra: -No. Toda
evolución es revolución. Total,
que César está en casa. Y, como le va bien en la
taquilla, supongo que ha venido para quedarse.
Dejé
de ver V y dejé de ver The Event. A V no le concedí más
oportunidades. Pero me seguí descargando cosas de The Event para cuando
tuviese tiempo de verlas. Había mejores cosas en aquel momento.
Así
que ahora me puse a ello. The Event la veía la gente con conciencia culpable.
Sabían que era mala, nociva, pero, oye, era la serie de ciencia-ficción del
momento y tampoco había nada mejor. Los friquis de la ciencia-ficción hablaban
de ella en voz baja para que no les oyeran, en pequeños corrillos en las
bibliotecas, en butacas parejas del autobús. Cuchicheos en la barra de un bar. Si
les descubrías, te pedían con lágrimas en los ojos que no se lo contaras a
nadie para que no cayera la vergüenza sobre ellos y sus familias de generación
en generación. Extraterrestres, culturas ancestrales, conspiraciones políticas,
amenazas biotecnológicas, experimentos de longevidad, hackers... Todo junto y
revuelto acumulando tópico sobre tópico. Al
Presidente Martínez le preguntaban que qué hacían con Jarvis, el hombre que
había intentado matarle dos veces. Y Martínez respondía: -¿Quién? Mañana
me preguntarán si he visto The Event y responderé: -No
me suena.
Estoy
convencido de que Bram Stoker está
revolviéndose en su tumba, tratando de abrirse paso en el ataúd. Le gustaría
emerger en la noche y poner en su sitio a tantos que han pervertido el sentido
de sus vampiros.
Todos
aquellos que apreciamos en su esencia la maldad inherente de un vampiro,
padecemos la actual plaga de chupasangres caballerosos y enamorados, pálidos
aspirantes a Keats. Pensé
que las cosas no podían ir a peor, pero está claro que, antes de que la cosa
mejore hay que tocar fondo. El fondo es, espero, Casi humanos. Tan al
fondo que los vampiros enamoriscados casi son aceptables. Casi humanos es un paso
más allá: el vampiro existencial, primo hermano de Kierkegaard. O
peor: de Sartre. Porque, claro, para
estos monstruos, el infierno son los otros. Monstruos tristes, deprimidos,
aquejados por su no humanidad. Un
vampiro y un hombre lobo buscan piso. Cuando creen que han encontrado el lugar
adecuado descubren que hay una inquilina: una fantasma. Y, entre los tres, componen
unos capítulos aburridísimos en los que se dedican a llorar y lamentarse por lo
que son. Y sus problemas existenciales son soberanamente estúpidos. Rescato
una frase: -Que
esté muerta no significa que no pueda tener una vida. Heroicamente
llegué hasta el capítulo cuatro. Eché un vistazo al ambiente de la versión
original inglesa. No soporté más.
Soy
de esos que piensa que Madrid es una ciudad genial, pero no para vivir en ella.
Es una ciudad para pasar un tiempo, unos días. Una estancia temporal.
Fascinante para pasear por sus calles modernas y sus barrios antiguos, para disfrutar
de su oferta deportiva y cultural, ir al parque de atracciones, visitar
monumentos, ver museos o disfrutar, en compañía de edp de la Filmoteca Española.
Ayer
proyectaban Let's Get Lost, el documental de 1988 sobre Chet Baker. Un tipo con una
sensibilidad musical extraordinaria y una notable vena autodestructiva.
Drogadicto, manipulador, maltratador... Muy curioso cómo la película pone de
relieve ambas facetas. Su madre, sus ex esposas, sus hijos... Todos le admiran
por su música. Todos le quieren lejos de sus vidas. Al
principio no me gustó ese blanco y negro tan fuerte, tan contrastado. No se
filma así una playa de los años 80. No me encajaba. Luego empiezas a conocer a Chet Baker y lo entiendes. Es perfecto.
Es
su color, su vida. La vida de la trompeta de jazz más suave, más silenciosa,
más románticamente dolorida.
Es
la curiosidad por algo que existió y ya no. Si nos hablan de extraterrestres no
creemos en ellos o los consideramos una improbabilidad esperanzada. Pero los
dinosaurios estuvieron ahí y no lo podemos negar, una posibilidad no cumplida. Dinosaurios,
anomalías temporales, conspiraciones, un poquito de terror, otro poquito de
romance... Lester.
El burócrata integral. De los pies a la cabeza. Ama los papeles, los trámites,
el juego de la puñalada por la espalda. Snob, frío, flemático y, en el fondo,
encantador. Aunque si repites esa calumnia te presenta a su abogado. Caray.
Nunca pensé que un burócrata me pudiera caer tan bien. -No
es el fin del mundo. Si lo fuera, alguien me habría mandado un memorándum. Helen
Cutter. Cada vez que habla, cada vez que aparece, el mundo está a punto de
venirse abajo. Una mala estupenda, retorcida, maquiavélica. La muerta más
buscada. Saltando aquí y allá. Estos
guionistas ingleses tienen muchos arrestos y hacen lo que sería impensable en
una serie americana. Se cargan a los protagonistas, les sustituyen con otros
definitivos... y se los vuelven a cargar. Nunca puedes estar seguro de quién
sobrevivirá, quién estará en la siguiente temporada. Me
encanta Primeval. Sencilla, sin grandes aspiraciones. Unos pocos
capítulos por temporada. Pero eficaz porque apela cantidad a nuestros
atavismos*. -Si
te cojo, serás la única especie extinguida dos veces. __________ *Esta palabra va por Pera.
Paul
Weston, a sus 57 años se pregunta qué sentido tiene la profesión que ha estado
ejerciendo. Duda de su tarea como psiquiatra. Pero
no sólo lo hace él. Lo hacen los guiones. Y se nota. Se nota mucho que no
tienen nada que añadir a lo que ocurrió en las dos temporadas anteriores. Todos
los problemas vienen del padre y de la madre, de la preocupación por eros y
thanatos. La transferencia. Siempre la transferencia. Que sí, que es un tema
sugerente e interesante al que le sacan partido en la primera temporada. Pero
¿seguir insistiendo? ¿No es repetitivo? ¿Siempre la transferencia? Y,
como Paul Weston señala, acude a terapia para solucionar un problema y
encuentra uno nuevo: la transferencia. Que no existía hasta que comienza a
hacer terapia. Amy Ryan es la otra
psiquiatra, un muro de hormigón inescrutable y misterioso contra el que se
estrellan todas las triquiñuelas y habilidades de Weston, la mujer que le pone
firme. Para
el espectador, para el menda, las historias de los pacientes no sólo no son
interesantes sino que, muchas veces son aburridas. Y Gabriel Byrne sigue siendo el paradigma de una sociedad que no sabe
adónde va ni qué quiere.
Siempre
me pitufaron los cómics de Los pitufos, particularmente
aquellos en los que aparecían Johan y Pirluit. Todavía estoy
esperando a que alguien pitufe el filón de esas aventuras. Tenían misterio,
aventura, humor y una ambientación medieval bastante pitufa.
Por
eso sabía que me iba a defraudar esta película. Estaba concebida como un cruce
de Encantada
y Alvin
y las ardillas. No son el polo opuesto de Los pitufos pero, en
realidad, muy poco que pitufar. Aun
así, debo admitir que tenía algunos puntos buenos. Esa vacilada sobre el pitufador
mágico Google, un descerebrado Hank
Azaria en el papel de Gargamel, el encanto de los pitufos. Neil Patrick Harris no tiene mucho que
aportar pero hay que reconocer que lo intenta y que consigue dar cierto peso a
ese padre de familia, un papel bien pitufo al de Cómo conocí a vuestra madre.
Y Jaima Mays, salida de Glee
también tiene su gracia cursi. La
cosa es que, pudiendo ser un desastre total, no lo pitufa.