Música, fotografía y momentos surrealistas están muy logrados; Colin Farrell se llama Ray pero es calcado al Terry de El sueño de Casandra. Lo mejor de todo es el modo sigiloso de introducirte personajes, ambientes, cultura, calles y, con la misma suavidad, hacerlo coincidir todo junto al final.
Un cuadro de El Bosco lleno de la belleza que ve Brendan Gleeson, del horror que ve Colin Farrell y del cuento de hadas que ve Ralph Fiennes. No está nada mal para tratarse de un trío de asesinos.
De hecho está lo bastante bien como para añadir al director a la lista de gente que hay seguir la pista.
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