30/7/16

Jason Bourne

La tercera parte sorprendía bastante por su modo de redefinir el mundo de los espías. No era la clásica historia de espía que salva el mundo. El espía bastante tenía con salvarse a sí mismo. Eso también lo fueron las dos primeras partes, pero en la tercera, Paul Greengrass encontraba también la dirección adecuada.
Esa dirección, enérgica, veloz, de planos breves, como sacudida por espasmos, aún se conserva, pero la sorpresa ya no es la misma. Aún así sigue siendo una película muy entretenida, dinámica, con múltiples tramas en paralelo que tiene como fondo el tema de la vigilancia universal, el control por parte del Estado de lo que hace cada ciudadano. Bourne se ve atrapado involuntariamente en ello, él, que vivía tranquilo metiéndose en peleas ilegales en Grecia.
Espectaculares las persecuciones de Atenas y Las Vegas. No espectaculares al estilo Transformers. Espectaculares al estilo clásico.
Por cierto, Greengrass se forjó en su estilo con aquella manifestación de Bloody Sunday. Aquí, con muchos medios, convierte la manifestación en Atenas en un caos perfectamente dominado por su forma de dirigir.
Y esto puede seguir, claro que sí. Siempre hay un capullo más arriba en las esferas del poder. Matt Damon frente a los tres malotes: Tommy Lee Jones, Vincent Cassel y Alicia Vikander. Los tres con sus propios intereses.

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