Rosebud no explicaba al Ciudadano.
Sigue siendo solamente un Individuo.
Eso es lo bueno: es inagotable.
Como ocurre con todo el buen cine.
Como ocurre con la vida.
Crítica y opinión de cine y series.
La puesta en escena, el nivel de producción,
es acongojante. BBC y todo eso. Trenes, vestuario, plazas, miles de detalles. Esa
capacidad para la precisión en la ambientación histórica casi asusta. Dos capítulos. Hora y media cada uno. Spies of Warsaw, pese a su calidad
técnica hace aguas por demasiados agujeros. Carece de intensidad, el ritmo se
quiebra en exceso, el paso del tiempo no está bien mostrado... Andy Tenant, cumple en su papel de
espía francés en Polonia, pero nada que ver con el carisma que desprendía en Doctor Who. Una revisión interesante a nivel histórico,
pero le cuesta muchísimo ser atractiva como serie. Raras veces te emociona,
raras veces logras identificarte, raras veces te engancha el suspense. Tal vez
una película, recortando minutos y personajes superfluos, le habría venido
bien.
El avión comienza a fallar y Whip realiza
una maniobra extraordinaria. Logra que casi todos los pasajeros se salven.
Mientras los medios de comunicación le aclaman como héroe, los análisis de sangre
desvelan altos contenidos en alcohol y cocaína.
Me interesa el conflicto a nivel personal.
La idea de que te vean como a un héroe cuando tú sabes que eres un capullo. Pero la cuestión legal... Dudo que el Derecho
funcione así. Quiero decir que, si por ejemplo suponemos otro delito, el robo
de unos milloncejos en vez de alcohol y cocaína, ¿no sería distinto? Esa mezcla
entre una causa y otro efecto, esa dicotomía entre la moralidad de un tipo y la
salvación de un avión, me parece puro artificio, trampa descomunal. ¿No deberían haberse juzgado por separado?
De hecho, ¿debería haberse juzgado? Me ha costado tragar con la película porque
todo me parecía inverosímilmente forzado. No sé si por la moral puritana
americana, si por un Derecho en el que no creo o por cuestiones más puramente
cinematográficas. Eso de presentarnos la historia de Nicole en
paralelo a la de Whip, como si ambas tuviesen la misma importancia, el hecho de
que confluyan y, finalmente, prescindir de Nicole porque se han cansado de
ella... En fin. Pese a las generales valoraciones
altas, le doy un aprobadillo por aquello de la magnífica interpretación de Denzel
Washington y de la escena de John Goodman en el hotel cuando va a
surtir de coca.
No sé muy bien qué pensar de ella. Es una película envuelta en un estilo documental
pero con toques de mitología primitiva, irrupciones de realismo mágico y de
realismo social. El viaje hasta el burdel y el encuentro con los monstruos son
dos cosas que deberían darse de bofetadas. Pero, a su manera extraña,
funcionan. Porque esas mujeres del burdel, ante la
presencia de las niñas, muestran su corazón, la nostalgia de la inocencia
perdida, el desencanto de sus sueños de futuro. Y esos monstruos, que nos
acechan en el puente inestable, son la presencia de la realidad, el instante en
que nos hacemos adultos y debemos hacerle frente a la adversidad tratando de
contener las lágrimas. Sin éxito. -No parecía una prisión. Era una pecera sin
agua. Exclusivamente para cinéfilos de piel dura.
La calidad general de la comedia romántica es
tan bajo que, cuando surge algo decente, parece una obra maestra.
Pongamos diálogos. La comedia clásica
abundaba en duelos de ingenio, frases bombardeadas incesantemente. Ahora se trata
de que todos hablen a la vez, en espiral sobre un tema único, con variaciones,
hasta llegar al absurdo. Y confiando que ese absurdo haga reír. Pongamos personajes. Antes tenían historia y
originalidad. Ahora se busca el individuo común. El veinteañero alocado, el
treintañero inmaduro, el cuarentón que aún no sabe por dónde le da el viento.
Y, por tanto, repetitivos. Pongamos situaciones. Antes, la screwball era una bola de nieve que iba
creciendo. Sabíamos que chica y chico acabarían juntos pero no las locuras que
ocurrirían entre medias. Ahora sabemos que se van a alejar por un equívoco
entre dos elecciones y que, una casualidad, les volverá a unir tras comprender
el equívoco. Siempre igual. El lado bueno de las cosas es decente,
superior a la media, con su toque personal. Pero no la genialidad que nos
pretender vender porque, aunque trata de esquivar los tópicos, no lo consigue
por completo. El reparto, un lujazo. Bradley Cooper, Jennifer
Lawrence, Jacki Weaver, Chris Tucker, Julia Stiles e,
incluso está bien, Robert De Niro. Por cierto, las dos horas, tampoco aquí se
justifican. Y las 8 nominaciones a los Oscar mucho menos. Con todo la recomiendo. Es una película
construida en honor de una secuencia (la del baile), pero se deja ver y no daña
neuronas ni nada.
1. Vuelve The Killing. No es coña. Pronto tendremos la tercera temporada.
Nuevo caso. Pinta muy turbio. Prostitución infantil. A The Killing, como a James Bond, le gusta resucitar. Los que
adoran los emoticonos pueden poner aquí uno con una sonrisita.
2. Vuelve Ben-Hur. No es coña. Ya podría serlo. Espero que se les quemen
los guiones, uno detrás de otro, a medida que los escriben. O que los
guionistas terminen condenados al remo. O arrollados por cuádrigas en las
calles de Los Angeles. Alguien no sabe lo que significa la palabra irrepetible. Los que adoran los emoticonos
pueden poner aquí uno con cara de cabreo. 3. Se va Alphas. No ha sido renovada. Una pena, la verdad. La cosa es
que ahora, el final abierto, es el final. Y, pensándolo bien, ese final es
apabullante como final. Emoticono triste pero comprensivo. Reflexivo, tal vez.
Por fin me puse al día con las cosas
pendientes de Navidad, los restos del día, los elementos que, durante las
vacaciones, no puedes ver por falta de tiempo.
Y el especial de Navidad de Downton Abbey, de hora y media de duración,
quedó para el final. Quizá porque no me esperaba nada nuevo tras el final de
temporada, en el que la trama quedó atada y cerrada. Y llega este capítulo para poner de nuevo
todo patas arriba, con un final zarpazo de esos que te descolocan de tal manera
que no sabes dónde tienes la izquierda y la derecha. Downton Abbey nunca había acabado así, dejándote al borde
del abismo. Un disparo inesperado, rápido y certero al corazón. Sin tiempo para
prepararte. Simplemente así: pum. ¿Y ahora? Ahora toca esperar. Porque habrá nueva
temporada, desde luego. Desde que el público americano entró al trapo de la
serie inglesa, con audiencias descomunales, no hay quien la pare. Ah, sí. Y lo de Carson con la pequeña Sybi
en brazos, genial.
Es un concepto que no acabo de entender. Dar
premios cinematográficos a niños. Permitirlo es admitir que esos premios no van
en serio. Una de las pocas cosas buenas que hizo en España la Academia de Cine fue
establecer una edad mínima de 16 años.
Cuando uno es niño es encantador. Seducir a
la masa es sencillísimo. Pero seducir e interpretar son dos cosas muy distintas. Véase Haley Joel Osment, nominado en
su día por El sexto sentido y
actualmente conocido solamente en su casa a la hora de cenar. Véase Anna Paquin, ganadora por El piano y hoy dedicada a
subproductos televisivos en los que interpreta a chicas insoportables. Y, muy
probablemente no da para más. O Tatum O'Neal, una promesa en 1973
por Luna de papel y que jamás
volvió a hacer nada mejor. Tal vez la única excepción haya sido Jodie
Foster en Taxi Driver, precoz
niña de 14 años interpretando a una prostituta. Lo de Quvenzhané Wallis me parece
excesivo. Bestias del sur salvaje
es una película compleja, con muchas aristas, difícil de navegar por ella. Wallis,
a sus 9 años, por supuesto, ni siquiera entiende los simbolismos de la peli. La
niña es maja y tiene encanto y funciona donde la colocan. Pero no me creo que
sea consciente de la profundidad y sentido de algunas de las secuencias. Me parecería más adecuado, por ejemplo, dar
un premio a un personaje. Por lo bien escrito que está, o por su diseño. Todos
recordamos a Gollum. Y este año se lo daría a la Vanellope de ¡Rompe Ralph!
Acabé con la segunda temporada de Homeland en otra sentada de finde. Y
me he leído blogs. Resulta que, tras el final de la segunda temporada, la serie
ha dejado de ser un thriller dramático
para ser un entretenimiento de calidad.
Ya no es otra reflexión poliédrica
como The Wire sino tensión al
estilo de 24.
Cosa que para mí fue evidente desde el
principio. Pero no me parece bien que antes la
consideraran maravillosa por ser seria y ahora la consideren maravillosa por
ser entretenida. Son dos juegos distintos. Yo defendía a The Killing frente a Homeland. Porque The Killing sí era un thriller
dramático.Antes, jugaban en las mismas
ligas. Ahora resulta que son dos deportes diferentes. Si hubiésemos llegado a ese acuerdo al
comienzo (Homeland va en plan 24) yo habría sido más indulgente
con Homeland, la habría
disfrutado mejor y no le habría cogido tirria. Aunque, teniendo en cuenta que
sólo aguanté una temporada de 24... Y si la seguí (a trompicones) por Saul
Berenson, hice bien. Véase el final de la segunda temporada. Tan 24. Tan Berenson. Sigo pensando que
la gente alaba en exceso la actuación de Damian Lewis. Mandy Patinkin
es mejor y espero que, con el tiempo, se aprecie su contención. -Eres la mujer más inteligente y la más
tonta. Bueno. En lo segundo estoy de acuerdo. Lo
primero tiene que demostrarlo.
Ha sido tan emocionante ver de nuevo un
dirigible...
No sé qué decir al llegar el final. Pienso
en lo potentísima que habría sido si hubiese gozado de un mayor favor del
público, de un mayor presupuesto, de más medios. Es muy grande y sus debilidades, notables
también, se habrían solventado si se hubiese desarrollado cómodamente. Se fue una serie impredecible, con sus casos
extraños, sus mundos paralelos, líneas temporales alternativas. Con sus calvos
y el calvito. Los mensajes ocultos en cada capítulo, el cortexiphan, los
experimentos con niños, los científicos locos, los gusanos que salen por la
boca. La bala, la vaca, las perspectivas equivocadas, el ámbar, los
interrogatorios a muertos. Los cambiaformas. El regaliz rojo. Distinta. Ese fue el acierto de la calidad y
el error de share. De esta serie sí espero que se haga una
película. Sí. Volvimos a ver dirigibles. Y Etta, finalmente, con los dientes de león,
en el parque, llegó a los brazos de su padre. Tulipanes. Esperanza.
El título adecuado debería ser: Cómo se parió la Decimotercera Enmienda.
La película es un impresionante alegato
moral, una exposición del ejercicio de la ética, una disposición a la
integridad, una elevación de la rectitud, la honorabilidad, la honestidad y la
decencia. Edificante, vamos. Pero esto no es cine. Es un discurso de dos
horas y media en el que la palabra pesa muchísimo más que la imagen. Por muy
buena que sea la actitud del espectador, en el mejor de los casos, uno puede
acarrear la situación durante una hora. Después se vuelve cansina, repetitiva,
insistente y, definitivamente, aburrida. Además, Spielberg, tío, que ya
sabemos cómo acaba. Y, ojo. Yo veo muy bien las interpretaciones
de Daniel Day Lewis, Tommy Lee Jones, Tim Blake Nelson, Joseph
Gordon Levitt, Jackie Earle Haley (¿ha escogido a los que tenían
nombres compuestos?), David Strathairn, Walton Goggins, Sally
Field... A los yanquis les encanta el aspecto legal
de todas las cosas. Creen en el Derecho. Es un defectillo que tienen. Pero
entiendo que a Steven Spielberg, tras nominarle con muchos premios para
que no se deprima, luego no le hagan ni caso. Digo, que a ver si se pone a dirigir de una
vez Parque Jurásico 4 y se
deja de panfletos.
Tarantino ha querido hacer un western. En su sentido radical. Un
homenaje, un tributo al cine de sus raíces. Ser respetuoso y aportar su estilo.
Así que la primera hora está francamente
logradísima. Para contarnos, sin más, cómo se conocen Django y el doctor y cómo
se hacen amigos. La siguiente hora sigue esa tónica pero
podría haberse abreviado en buena medida. Demasiado largo el recorrido por las
posesiones de DiCaprio, demasiados largos algunos diálogos, demasiado
arrítmica. Y ahí, a las dos horas, se da cuenta de que
no ha soltado, casi nada, al descerebrado que lleva dentro, que no está siendo
el niño gamberro que se supone que es. Y se desmadra con tiroteos, y aparece él
en una escena delirante y da rienda suelta a su absurda comicidad y más
tiroteos. La discusión de las máscaras del Ku Klux
Klan... En fin. Tronchante, estúpido, genial. No se puede ridiculizar más una
institución ridícula. Voy a reírme durante días cada vez que me acuerde de eso.
1. David, Felipe, no os
quejéis que llevo dos semanas sin decir nada de Radagast.
2. Spike Lee es un tipo gracioso en
su incongruencia. Criticó a Clint Eastwood por poner muchos negros en Bird y le criticó por no ponerlos en
Cartas desde Iwo Jima. Ahora
crítica a Tarantino porque en Django
desencadenado se usa la palabra nigger,
pero no critica a Spielberg que hace lo mismo en Lincoln. Un tío genial. Seguro que para él tiene sentido. 3. No hay sorpresas en las nominaciones a
los Razzie. Amanecer - Parte 2
lidera sin problemas. 4. En esto sigo a Hegel. Ante el cine
no soy protagonista, soy espectador. No lo vivo,
contemplo. O lo intento. Cuando Michael J. Fox dice en The Good Wife que él ha comprado la
deuda de Lockhart/Gardner, casi me caigo del sillón.
Ayer oí, con argumentos más extensos o con simples
afirmaciones tajantes, gentes que opinaban todas estas cosas acerca de Django desencadenado:
Los que van a verla porque es enormemente
violenta. Los que no van a verla porque es enormemente
violenta. Los que dicen que es buena porque es de Tarantino. Los que dicen que es mala porque es de Tarantino. Los que consideran que es profunda porque es
de Tarantino. Los que consideran que no es profunda porque
es de Tarantino. Los que creen que verán un maravilloso ejercicio de
estilo. Los que creen que verán un mero ejercicio de estilo. Yo esperaré a mañana para ver qué pasa.
Porque en la filmografía de Tarantino hay obras maestras (Kill Bill), obras pésimas (Death Proof) y todo el espectro
intermedio. Pero expectación sí parece haberla.
Esta película es un buen ejemplo de por qué
uno no debe fiarse de los nombres de las estrellas al escoger una película. The
Paperboy no tenía fecha de estreno en España, cosa que me extrañaba porque
están presentes Nicole Kidman, John Cusack, Matthew
McConnaughey y Zac Efron.
Pero es perfectamente comprensible que no
tenga distribución porque la cosa da para más bien poco. Un estado sudista, el
asesinato de un sheriff, un posible condenado a muerte que es inocente, una
cuarentona basura blanca, un jovencito colado por ella, unos periodistas que
investigan... A la historia le da igual la resolución.
Sigue la vida de unos personajillos y, para compensar su rumbo errático, presenta
escenas muy salvajes para que veamos lo bestia que puede ser la gente en
general y el director en particular. Pero eso no significa que haya drama. Hay
cosas sin sentido narrativo y punto.
Primera temporada, bien. Segunda, magistral.
Tercera, floja.
El arranque de esta cuarta temporada es
bueno. Raylan hace un trabajillo extra, al margen de sus deberes como marshal
y, por supuesto, tal como es la gente del condado de Harlan, los criminales se
entrecruzan y la acaban liando: una adolescente y su socio roban el coche de
Raylan sin saber que en el maletero hay un fugitivo. Y como también hay una
bolsa que vale dinero que fue casi
robada de la casa de Arlo... Ya está el lío montado. Boyd tiene sus propios problemas para vender
oxicodina. Y Ellen May, la prostituta más cortita del mundo, colocada, dispara
al juez que, chico juguetón, se había disfrazado de oso. Harlan es surrealista. Pero narrado todo de
una forma tan realista que sabes que tiene que ser exactamente así:
surrealista. Un lugar en el que los criminales citan la
Biblia, a Asimov y a Keynes. Y, después, por no escoger bien las palabras, se
cargan a un tipo sin querer. Harlan. Surrealista. Como tiene que ser.
Ese pedazo de intérprete, ese actorazo
descomunal que es Tom Cruise, se arriesga una vez más en su carrera
cinematográfica en un más difícil todavía.
Por una vez ha decidido abandonar el cine de
vanguardia, el cine más indie, el cine sesudo, los dramas intimistas y las
comedias inteligentes. Ahora se embarca en una película comercial
para encarnar a un personaje que nunca había interpretado antes: un héroe de
acción, un tipo de las fuerzas del orden que va sembrando a su paso la
justicia, la honradez y la probidad. Y, dejando a un lado la coña (y a Tom
Cruise también), la peli es bastante buena. De lo mejorcito que he visto en el
género el último año. Buen arranque, guión sin fisuras, diálogos afilados y
divertidos, buenas escenas de suspense, acción controlada y casi siempre
verosímil, tensión conseguida en muchos momentos.... Recomendable. Y para los defensores de Tom
Cruise concedo que aún peor habría sido poner ahí a Jason Statham.
Así que vale. Me lo pasé muy bien.
1. Los subtituladores de subtítulos para
series van despertando poco a poco del letargo navideño. Hay que tener un poco
de paciencia hasta que el universo se estabilice.
2. También despiertan las distribuidoras.
Después de uno o dos correos por día, vuelve a llegar la inundación de pases de
prensa, cambios en los pases de prensa, fechas de estreno y rectificaciones en
las fechas de estreno. 3. ¿Por qué ahora hay tantísimas películas
que rebasan las dos horas de metraje? Esto se parece cada vez más a Bollywood.
Menos en el precio de la entrada. 4. Isabel Coixet ha hecho firmar una
cláusula de confidencialidad a sus colaboradores en Ayer no termina nunca. No pueden decir ni de qué va.
Personalmente, con lo irregular que es Coixet, o me cuenta algo o ahí se
queda.
Sam lleva muchos años alejado de su padre,
huyendo de él. Así que, cuando su padre muere, no le apetece mucho ir al
funeral. Pero la novia cree que debe ir. Y va. Y allí se enterará de que tiene
una hermana.
La película no deja de ser un pequeño
culebrón, un melodrama con final pastelero bastante previsible que, además,
abunda en tópicos. A su favor se pueden destacar un par de
elementos importantes que la sitúan un poquito por encima de la media: los
personajes están bien dibujados y tiene algunos detalles de planificación
ocurrentes. Hacer que los personajes sean mentirosos,
egoístas, alcohólicos, envidiosos, es interesante. Gente débil que trata de
hacer lo correcto. Porque es como ocurre en la vida. Así somos. Y hasta tiene momentos bastante sugerentes
con ideas buenas. El problema es que, existiendo esas ideas y esos personajes,
se haya querido tirar por el lado fácil, comercial y ramplón.
Está a años luz de Magnolia, lejísimos de Pozos
de ambición e, incluso, bastante lejos de Embriagado de amor.
Advierto que las interpretaciones de Philip
Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix son espectaculares. Y cuando Amy
Adams, una tipa de aspecto angelical, da miedo y quieres estar lo más lejos
posible de ella, te das cuenta de que ahí hay una excelente dirección de
actores. Y sí, también hay alguna secuencia poderosa.
Pero creo que cualquiera se da cuenta de que la trama no está bien trenzada,
que falta enlace en la historia, que el ritmo se quiebra. No se puede ser
intenso ahora y aburrir hasta el tedio después. O quizá es que una historia de un loco
guiado por otros locos, no es fácil de contar. He pensado que quizá mis expectativas eran demasiado
altas. Pero no. Hay un problema de fondo, de guión deslavazado que, teniendo en
cuenta el tema que trata, no aporta gran cosa. Me encantó ver por ahí a Laura Dern. -Vagando, vagando... Así va la cosa.
Comienza siendo una película de terror y
termina siendo un provocativo drama social.
Pascal Laugier
juega bien, extremadamente bien, sus cartas. Un pueblo minero en crisis del que
desaparecen niños. Los lugareños hablan de un hombre que se los lleva.
¿Realidad o leyenda? Quién sabe. Un día, la enfermera local, ve cómo alguien
entra en su casa y se lleva a David. Ella, lógicamente, persigue al
secuestrador. Y, entonces, el guión, va desvelando sus
secretos, giros y contragiros que, aunque puedan parecer descabellados tienen
su lógica. ¿Todo el pueblo está loco? ¿Lo está ella? ¿Lo está la otra? ¿Lo
estoy yo? Y nada de eso. Todo el mundo está
perfectamente cuerdo. La vertiente social, la crítica a la burocracia, al
Estado paternalista y sus procedimientos, tiene muy mala leche y, en cierto
modo, acaban pareciendo los responsables. Atención a las fotos de la habitación de
Julia porque explican su forma de ser. Esa triple pregunta final acerca de la
verdad, expresa la duda, no la verdad. Tiene fuerza, sí señor. Mucho más
interesante de lo que cabría esperar.
-Nada más, señor. No he hecho nada más. Zero Dark Thirty es, en realidad, la historia de una dura
agente de la CIA, jovencita en el 2001, que 10 años después es más dura todavía,
sin esposo, sin novio, sin amistades, entregada a la única obsesión de matar a Bin
Laden. Comprendo que mucha gente no congenie con el
modo de dirigir de Kathryn Bigelow. A mí sí me gusta. Mucho. Hay numerosos documentales que, en realidad,
son obras de ficción. A veces mentiras muy grandes con las que la gente traga
porque es un documental. Bigelow actúa al revés: sus obras de ficción
son documentales. Distantes, fríos, imparciales cuanto puede. Casi científicos.
Sin sentimentalismos e, incluso, sin drama. Quizá no se ajusten a los hechos,
pero son implacablemente auténticos. Y Jessica Chastain está perfecta en
su gelidez y en sus explosiones de ira. Dicho esto, advierto que no es la obra
maestra con la que están flipando los críticos yanquis. Esa decisión voluntaria
de no adentrarse en las vidas de los personajes (sólo hay actos externos), pesa
bastante. Pero merece la pena. Son dos horas y media que no aburren ni un
segundo. Y después de matar a OBL no sabemos qué
hacer, cuál es nuestra casa.
1. Ya estamos a día 4 de un nuevo año y yo
sin enterarme. Las fiestas son geniales pero me sientan fatal. Como las
superproducciones: la taquilla está muy bien pero las secuelas dejan mucho que
desear.
2. Ahora vienen los premios. Una ocasión
estupenda para que todo el mundo justifique sus gustos. Por un motivo u otro,
cualquier mediocridad se llevará su porción. Si tu peli favorita no gana Oscar,
ganará Globo o el premio de los críticos de Alabama. No te cortes. Justifícate. 3. Cada vez falta menos para que termine Fringe. Pese a su irregularidad,
ninguna serie nueva tiene nivel parar sustituirla. No sé qué vamos a hacer.
¿Acabermos viendo H2O? 4. La Navidad es época de buenos
sentimientos. Lo he intentado. Pero definitivamente sigo sin perdonar a Jackson
lo de Radagast.