En la cárcel se dedicó a reflexionar, supo apreciar la vida y ahora mira las cosas de otra manera. Cuando le ves leyendo un libro zen, comiendo fruta obsesivamente y hablando sobre tener un corazón puro te echas las manos a la cabeza temiéndote lo peor: una versión de Richard Gere exultando por la bondad de los animalitos, una versión de Brigitte Bardot considerando que los toros son más importantes que la vecina de al lado.
Pero no pasa nada. El zen está muy bien hasta que se le olvida cuando, por ejemplo, tiene que darle una paliza a alguien o dice cosas como:
-Necesito que mi alma esté en paz. Y un arma más grande.
Otra policiaca más del montón.
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