Pues lo es. Pero es lo que pasa con los friquis (o nerds). Su especialidad en un tema hace que acaparen cualquier evento novedoso y lo consideren un tesoro inapreciable, algo a guardar como oro en paño. El director es bastante malillo y no sabe decantarse por alguno de estos aspectos: lenguaje antiguo, lenguaje moderno, modos teatrales, modos épicos, modos de andar por casa, no usar efectos especiales, abusar de maquillaje... El resultado final es una cosa muy rarilla, sin ritmo ni sustancia y muy, muy confusa. Enormemente confusa. No acabas de saber por qué los personajes van y vienen y dan tantas vueltas y revueltas alrededor de la cueva del troll. Por cierto, ya podían haberse esmerado más con el troll.
Eso sí: las localizaciones son preciosas. Dan ganas de darse una vuelta por Islandia.
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