Roseanne es una de esas series que, tras finalizar
hace años, resucita para ver qué ha sido de sus personajes. Roseanne resucitó y se convirtió en
un problema para Disney porque ocurrió algo que no suele ser un problema para
Disney: fue un éxito.
¿Por
qué un éxito se convierte en un problema? Porque en el primer capítulo Roseanne
decía que había votado a Trump. Y ese escándalo ayudó a publicitarla y a
que la viese más gente aún. Y se convirtió en la líder de audiencia.
Desde
ese momento Disney se enfrentó al grave dilema de tener que deshacerse de un
éxito. Para empezar concedió las ventas internacionales a regañadientes. Porque
ya sabían que querían cancelarla.
En
una época en la que, como ha dejado bien claro The Good Fight, los demócratas están empeñados en derribar a Trump
por cualquier medio, Disney no podía convertirse en alguien que prestaba su
apoyo a Trump a través de la comedia más vista de su cadena. Y estaba
recibiendo presiones del Partido Demócrata.
Ese
era el problema de Disney: encontrar una razón para cancelar la serie.
Y
ahora viene el problema de Roseanne: la actriz es una bocazas. Su
inquina contra Valerie Jarret (asesora de Obama) no es nueva. Y
publicó un tuit, un chiste malo, con una fácil lectura racista. Aunque Jarret
es tan blanca como, pongamos por caso, Sarah Palin. Más bien parece que
a Roseanne no le gusta el Islam. Fea sí que la llama, es verdad.
Sin
embargo era la excusa perfecta. Disney, apelando, literalmente, a su
tolerancia, censuró su propia serie y la canceló. ¡Por sus valores de
tolerancia! Personalmente creo que deberían haberla cancelado por motivos
estéticos. Y pedir perdón a los espectadores por proyectarla. Es tan mala como
todas las comedias de Disney. Habría sido una buena razón.
Me
encanta la hipocresía americana y las contradicciones que crea. Da tanto juego
ser incoherente…
¿Por
qué no hacemos en España una serie sobre Pablo Iglesias? Lo que me iba a
reír. Y cuanto más hagiográfica mejor, por favor.
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