La filmografía de Karyn Kusama es
bastante atípica. La directora se maneja en todo tipo de géneros, sin mucho
éxito comercial, pero con cierta originalidad en sus propuestas. No es original
en la forma, pero tiene un modo rarito de ver las cosas.
La invitación es una reunión de amigos. Eden y Will
perdieron a su hijo. Eden desapareció. Dos años después reaparece con un nuevo
marido e invitan a todos los amigos a una cena. Incluido Will. Y Will ve que
ahí pasa algo malo.
Muy malo.
Kusama hace que la tensión
vaya en aumento, un crescendo que
alcanza su paroxismo en los 25 minutos finales.
Tal vez se excede en algún momento truculento, tal
vez se excede con ese final, pero logra momentos de gran intensidad. Ese juego
de Will paranoico o Will completamente acertado en sus deducciones gira pocas
veces, pero no hacen falta más. Es la cordura de un hombre que ha aprendido a
vivir con el sufrimiento, sin pretender olvidarlo, sin pretender que otra cosa
es posible.
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