
Y eso que podría haber sido mucho más si no se hubiesen cedido a algunos clichés: el discursito sobre el amor en el momento de bajón, el habitual giro final para que sea más o menos feliz...
Pero se lo han currado. En muchas cosas.
Desde el punto de vista técnico hay cosas interesantes. Está esa división de la pantalla en dos: un fragmento para mostrarnos la realidad y, en paralelo, las perspectivas de la imaginación. O el número musical en el parque con pajarito de dibujo animado. O el montaje que salta hacia adelante y hacia atrás.
En el plano argumental es interesante que hayan dado la vuelta a los roles habituales. El chico es el romántico, la chica la pragmática tirando a cínica. Y la consejera sentimental del chico es una cría de 11 años que habla con soltura de su experiencia y los novios que ha dejado.
Por eso es una pena que todos esos elementos (el montaje, la niña, los montajes en paralelo) los abandonen para que la película discurra por los cauces de rutina.
Sólo le ha faltado esto para ser algo más que buena.