Se acerca el final de
año, la carrera de los Oscar se aproxima y las películas con pretensiones de
premio comenzarán a aparecer. Después de verlas tendré que revisar el juicio
pero, por ahora, Mel Gibson se sitúa en los primeros puestos. Y,
sinceramente, dudo que le superen. Mejor película, mejor director. Parecen
suyos.
Hasta el
último hombre es potente, inteligente, dura (durísima), cruenta, violenta y pacifista.
Porque hace lo que hacen los buenos directores. No impone. Expone. La historia
de un médico pacifista en medio de la salvajada de la guerra.
Buenos personajes,
buenas psicologías, buen guión, un ritmo de una precisión maravillosa, tres
actos en la historia y secuencias impactantes de esas que se te quedan en la
memoria.
Es difícil encontrar
películas que te dejen pegado, sacudido y despeinado en el asiento. Y Hasta el último hombre lo consigue.
El horror y la bondad, la brutalidad y la fe, le fealdad y la belleza, el bien
y el mal. Es la historia de siempre contada con esa energía que posee Mel
Gibson.
Este finde ve a verla. Acabarás en un baño de
sangre pero quedarás fascinado por el retrato de un gran personaje. Es la fuerza
que el cine posee cuando es bueno.
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