Daniel Mantovani recibe
el Nobel de Literatura. Ha vivido toda su vida en Europa. Pero es de origen
argentino y, un día, de su pueblo, Salas, le llega una invitación. Quieren
nombrarle Ciudadano Ilustre.
-Mis personajes nunca
salieron de allí y yo nunca pude volver.
Esto no es una comedia
argentina al uso, de las que nos suelen llegar a los cines españoles. Tiene
mucho de drama patético. El hombre cosmopolita que regresa al universo
pueblerino.
Un retrato sarcástico y
ácido en el que no se salva nadie. Ni el protagonista con su retórica
prepotente ni los lugareños con sus mezquindades y envidias. La hipocresía, la
ignorancia, la arrogancia de uno y otros. El ejercicio de melancolía que busca
el protagonista, se transforma en verdades trágicas.
Una película plagada de
situaciones incómodas, muchas veces al borde del surrealismo pero,
curiosamente, anclada en la naturalidad. Un tanto fría y áspera. Jamás
embellece nada.
-¡Qué orgullo para
todos los argentinos! Diego, el Papa, la reina de Holanda, Messi… y ahora vos.
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