Es lógico que T.S. sea un niño un poco
rarito porque su madre es Helena Bonham Carter. Y también, obvio, porque
dirige Jean-Pierre Jeunet y todos los personajes que salen de la mano de
este hombre llevan consigo la inspiración.
No es una peli tan original como Amélie. Ni tan siquiera tan original
como Largo domingo de noviazgo
o Micmacs. La cámara no juega
con tantos artificios, pero a cambio ha sido depurada hacia una mayor
elegancia.
T.S. es un niño que descubre una máquina de
movimiento perpetuo. Y gana un premio. Pero sabe que, siendo un niño, tendrá
dificultades para que se lo concedan.
En el fondo es una road movie y, en el fondo, es un viaje iniciático cargado de
profundidad y sentido, una búsqueda de lo importante. Ese progresivo despojarse
de sus pertenencias y decenas de otras metáforas expresan esa ruta hacia lo
esencial. En el fondo T.S. busca el sentido de la muerte, la muerte de su
hermano, alguien que debería ser, que debe ser, movimiento perpetuo. Y de ahí
el discurso en la entrega de premios. Sólo el hombre puede alcanzar ese reto,
así que ¿qué pinta la muerte?
Es tierna sin que el niño sea cargante,
bonita sin ser pegajosa, inteligente sin ser pedante. Una gran historia,
amable, simpática y con una visión enormemente positiva de la condición humana.
Muy majas las apariciones de Dominique
Pinon y Julian Richings.
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