Un camino fácil habría sido dibujar a la
raza humana como una raza desaprensiva, malota, asesina y pisa césped,
destructora de la naturaleza y de los más elevados principios ecológicos.
Otro camino fácil habría sido mostrar a los
simios inteligentes en versión Rousseau, acostarse con el buen salvaje,
presentarlos como unos pobrecitos mártires y que bien que la tierra vaya a ser
suya.
Por suerte optan por el camino difícil con
la presencia de Koba (¿casualidad que fuera el apodo de Stalin?) y
cierta complejidad.
No están tan bien algunas cosas que dañan la
narración seria: la fuga de los humanos tras el atentado a César, lo fácil que
consiguen el botiquín en una ciudad llena de enemigos, esa batalla final
inacabable llena de clichés y previsible.
No es tan sugerente como la primera parte
pero resulta amena en casi todo su metraje.
-Simio no mata simio.
-Tú no eres simio.
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