21/7/18

Happy End


Cada vez que leo que las películas de Haneke son una crítica a la familia burguesa me entra acidez de estómago. Eso es lo hace cualquier director parisino burgués del montón. Haneke, al contrario, escoge familias burguesas porque para él, austriaco, es lo más normal del mundo, lo que conoce, lo que le gusta ser. Y esa normalidad saltará por los aires. De ahí nace el drama: el mal irrumpiendo en un mundo estable. Porque hay otra cosa que es de la que realmente quiere hablar y de la que casi nadie se entera. Y como no se enteran dicen que es una crítica a la familia burguesa.
Hay en la película un deslizamiento interesante entre suicidio, asistencia al suicidio, eutanasia, homicidio, asesinato. Una fina línea que muestra lo cerca que está el sentimentalismo y la maldad, la indiferencia y el desprecio de la vida, el aburrimiento vital y la búsqueda de una sensación fuerte. Solipsismo y hedonismo como meta. El dolor se identifica como fracaso. Por eso es tan fácil matarse uno mismo o matar a otro. Sin remordimientos, desapasionadamente.
Supongo que todo el mundo que conozca a Haneke sabe que el título, ese final feliz, es irónico. Y, con todo, tal vez sí es lo más cerca que Haneke puede estar de ello.
Muy fragmentada, con grandes elipsis y saltos en el tiempo. Bastante ardua, la verdad. Suele costarme menos adaptarme al ritmo del director. Aunque me basta con tener a Isabelle Huppert y Jean-Louis Trintignant en la misma película.

No hay comentarios: