Hay
cierto entusiasmo generalizado con el nuevo Spider-Man. La mejor peli de Marvel, la mejor peli de Spidey…
Yo
no lo veo.
Quiero
decir que no veo a Spider-Man. No lo he visto en toda la peli. Porque este
nuevo superhéroe no es Spider-Man. Es un tío con el traje de Iron Man y los
colores de Spider-Man. Es Tony Stark adolescente disfrazado con la malla de
Spider-man. Es Iron Man con reflejos.
La
peli avanza a base de gracietas slapstick.
Y los tiempos de El gordo y el flaco
se acabaron hace mucho. Iron Man (perdón, Spider-Man) va por ahí dándose
mamporros, tropezando, chocando. Contra todo. La anti-elegancia personificada,
lo contrario a la agilidad que presuponemos al chaval. ¿No debería Spider-Man
esquivar esas cosas con su sentido arácnido?
Uno
de los aciertos de Marvel, en otras ocasiones, fue introducir el humor. Esta
vez se han pasado. Además es un humor poco inteligente, elemental. Vale, seamos sinceros: es un humor facilón, tontuno. Y el humor
de Spider-Man estaba en sus diálogos vivarachos, no en darse golpes. Pensé más
de una vez en Capitán Calzoncillos,
así que figúrate. Capitán Calzoncillos
con el traje de Iron Man.
Pintado como si fuese Spider-Man.
Advierto
que este nuevo superhéroe tiene algunas cosas buenas, algún giro de guión
interesante y un par de ocurrencias majas. Después de la primera hora hay un
rato incluso entretenido.
Tercer
reinicio de Spider-Man, tercer
destrozo del personaje.
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