En una zona rural de Francia comienzan a
aparecer chicas asesinadas. La Gendarmerie está claramente agitada. El agente
principal encargado de la investigación, quien busca al asesino, es el propio
asesino.
Basada en un caso real, la película acierta
en la creación de esa atmósfera insana y perturbada. Siempre tenemos la
perspectiva del policía y asesino. Le vemos cometer el crimen y le vemos
vistiendo su uniforme. Hay escenas fuertes de intenso dramatismo, esa mente
que, al mismo tiempo que comete el crimen, se resiste a hacerlo. Una psicología
incomprensible.
Pero pese a sus aciertos la película es
arrítmica, en gran parte por culpa de sus redundancias. Todos esos trayectos en
coche, esas idas y venidas que no aportan nada a la personalidad del
protagonista. Morosa en conversaciones y situaciones, aburre por momentos,
hasta que llega un nuevo episodio revelador.
Interesante pero con un exceso de metraje
(casi dos horas) que juega en su contra.
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