Hay pocos ateos proselitistas. Uno de los
pocos es el escritor Philip Pullman. Dejó de gustarme cuando escribió la
trilogía de La materia oscura,
que es cuando a la gente empezó a gustarle. Dejó de gustarme por su explicitud
y la gansa obviedad de sus metáforas. Pero como el mundo está lleno de tontos,
los evangélicos americanos se indignaron con ella. El Philip Pullman de El reloj mecánico exhibía un ateísmo
mucho más sutil e interesante. Luego, ya digo, se echó a perder.
Esto viene a cuento porque Amenábar
es otro ateo proselitista que, mucho me temo, nunca logrará una obra buena.
Digamos que es tan torpe como Pullman en La materia oscura. Nunca llegará a ser tan inteligente como en El reloj mecánico.
A Amenábar le
puede la ideología sobre el cine. Y lo que podría haber sido una buena peli
(está muy bien dirigida), acaba siendo un espectáculo lamentable que termina
por hacerse larga y casi risible en su afán doctrinal.
Emma Watson es un buen (y
demasiado breve) anzuelo. Ethan Hawke está sensacional como ese
detective. Pero ya digo: dejó de interesarme la forma, la imagen, el cine, en
cuanto Amenábar se puso pesado con sus tics.
Ay. Le doy por perdido. Y mira que empezó bien.
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