Tengo un amigo que organiza, lo que él
llama, fiestas portuguesas. Consiste en sentarse en el lugar más feo posible y
comer pipas. Un solar abandonado entre dos edificios, unos muros ruinosos, una
plaza con los suelos levantados… Cualquier sitio feo. Y te paras allí, comiendo
pipas, hasta que encuentras la belleza.
Algo así me pasa con las series de David
Simon. Y Paul Haggis como director sabe captarlo. El mundo es feo,
las personas no. Luchan, sufren, sobreviven. Cada uno con las cartas que tiene.
Y, como dice mi hermana, con temas de Bruce
Springsteen.
Las viviendas sociales americanas son un
tema complejísimo. Como dice un personaje, es ingeniería social. En algunas ciudades fue un desastre. En otras
funcionó relativamente. Simon no juzga durante la serie. Pero la nota
final no es honrada del todo, porque no siempre salió bien.
Está la cuestión política y está la trama de
las personas que ocuparán las viviendas sociales. En esto último está el bache.
Historias con poca profundidad. No son como en The Wire, donde todo el mundo tiene la misma importancia. Interesan
a partir del 1x05.
El mejor personaje: la señora Dorman. Muy
maja esa señora tanto en su veta opositora como a favor. Ve, evalúa, no se deja
llevar por prejuicios y actúa.
Y te escribiré una tragedia.
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