Esta peli, por supuesto, es una enfermedad,
la enfermedad más crónica del mundo: la del paso del tiempo. Seguir a un chico durante 12
años, filmar unas cuantas escenas cada unos cuantos meses, ver cómo crece, cómo
experimenta la vida. Alguien dijo que Harry
Potter era un documental sobre cómo crecen unos chicos. No es raro que Boyhood mencione Harry Potter varias veces.
Es lógico que la crítica americana se haya
vuelto loca con esta peli. Es la infancia típica de un chico de clase media
americana. 165 minutos que pivotan primero sobre el divorcio y, después, sobre
la universidad y el futuro.
A Richard Linklater le preocupa,
mucho, el paso del tiempo. Y eso es lo que cuenta. ¿Todo esto para qué? ¿Tiene
sentido? ¿Cómo lo usamos?
Ahora bien. No me parece una obra maestra.
Ni de lejos. Aunque Estados Unidos sea el referente globalizador que a todos
nos influye consciente o inconscientemente, no es la esencia de la humanidad.
No es una película universal. No va a la verdadera esencia de la infancia
humana. En realidad sólo va a la de la infancia americana blanca, anglosajona y
protestante. La trilogía de Apu,
por poner un ejemplo, aunque acontezca en la India, tiene mucho más de
esencial.
Con todo es un trabajo imponente. Patricia
Arquette y Ethan Hawke como los padres de Mason están muy bien.
También para ellos pasa el tiempo. Aunque a Ethan Hawke ya le habíamos
visto envejecer en esa otra trilogía de Linklater que también trata el
paso del tiempo: Antes del amanecer,
Antes del atardecer, Antes del anochecer.
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