Hay un tipo de series/películas de género
policiaco que no soporto. Empiezan con un tipo (o tipa) llamando por teléfono a
la policía. El sujeto en cuestión comienza a gritar, desvariar, quejarse,
lamentarse, hay sangre, oh Dios mío, etc., etc. Todo menos dar su nombre o
dirección, que es lo que único que le piden. Pienso que esa clase de memos (o
memas) se tienen merecido lo que les pase, ya sea que les arranquen la piel a
tiras.
Por suerte, es casi la única debilidad de la serie (hay
algunas casualidades que, en fin...). Como suele ocurrir en las series
nórdicas, la trama tiene una solidez de hierro, un guión medido
milimétricamente, historias en paralelo que confluyen con precisión.
Está claro: los políticos son igual en todas
partes. No importa que sean americanos, angoleños o daneses. Unos capullos.
Una temporada tremendamente buena, rápida, que
conecta magistralmente política, ejército, policía, periodistas,
fundamentalistas islámicos y pirados psicópatas. Dinamarca y Afganistán. La
parte policiaca tan buena como la mejor serie policiaca. La parte política tan
buena como El Ala Oeste de la Casa
Blanca.
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