3/12/13

El consejero

Cormac McCarthy es un tío difícil de adaptar al cine.
Que se lo digan a Billy Bob Thornton, a los hermanos Coen, a John Hillcoat.
La cosa es que estos directores se lanzaron a adaptar porque lo que leyeron les gustó. Les tocó. Ese mensajito que McCarthy siempre cuela de rondón, les llegó de algún modo y quisieron transmitirlo.
Lo que hicieron puede gustar al espectador más o menos. Pero hicieron la película que quisieron hacer movidos por una empatía, apasionados por el modo de hablar del mal, el bien, la conciencia...
Pero el director de El consejero no lo ha dirigido así. Lo ha dirigido porque le ha caído encima como encargo de la productora. Dudo mucho, en realidad, que el director haya llegado a entender de qué iba realmente el guión, cuál era el mensajito de McCarthy.
Y, claro, si no entiendes cuál es la idea de fondo, el eje sobre el que tienes que articular todo el relato, el sosiego de McCarthy se convierte en un tostón. Si por algo destaca El consejero es por su embarullamiento narrativo.
Y las dos horas pesan como una losa.

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