Hay frases que no deberían pronunciarse jamás, que ni siquiera deberían pensarse. Mucho menos ser planteadas como pregunta.
Un periodista le preguntó a Francis Ford Coppola qué le parecía que le compararan con Orson Welles.
No sé a quién se le habrá ocurrido semejante comparación. Por mucho que Coppola haya dirigido peliculones como El Padrino o Apocalypse Now, Orson Welles hacía mucho más que dirigir películas: inventaba el lenguaje cinematográfico, creaba metáforas visuales y, con la misma paz, lo deconstruía. Coppola tiene su estilo personalísimo, fuerza dramática y es, sin duda, un gran director. Pero de ahí a dar un vuelco al cine, a sentenciar cómo se deben hacer las películas hay un trecho que sólo unos pocos escogidos han recorrido.
Así que cuando a Coppola le hicieron esa pregunta debería haber respondido:
-¿Quién es el majadero tan ignorante en cine? ¡No puedo compararme con alguien a quien sigo sus pasos!
O, si quería ser diplomático, podía haber dicho:
-Es un placer para un humilde servidor que le sitúen en esa categoría, pero me conformaría con lavarle los calcetines.
O quizá, en plan guasón:
-Venga ya, tío. ¿Qué te has fumado?
Pero no. Coppola, Francis Ford Coppola, dijo:
-La única diferencia es que yo soy más rico.
Algo que ni siquiera debería haber sido pensado, ha acabado por creérselo un tipo.
No sé cómo puede arreglar Coppola semejante declaración. Supongo que lo mejor sería decir que, en realidad, no sabe quién es Orson Welles.
Caray, que estamos hablando de ORSON WELLES.
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