9/9/07

La noche del cazador

Existe determinada clase de películas que contemplamos con una mezcla de fascinanción y rechazo. Hay en ellas elementos por los que las entregarías el Oscar y razones por las que las quemarías públicamente. Supongo que alguna vez te ha pasado eso de pensar, ante un buen guión, que ojalá lo hubiese dirigido otro director.
En La noche del cazador hay una variedad de personajes tan sugerentes e impactantes que te hipnotizan.
Está Robert Mitchum, un predicador psicópata que lleva escritos en los nudillos de sus dedos las palabras LOVE y HATE. Su llamada, niñooos, niñooos, en busca de los hermanos que se ocultan en el sótano, es como una inauguración del cine de terror.
Está la madre, desquiciada y súbitamente fanática como consecuencia de las desgracias que le suceden a su familia.
Está el complejo anciano, vigilante del embarcadero, dispuesto aparentemente a todo por salvar a los niños pero con la mente sumida en sus propias suposiciones y delirios.
Está la adolescente que se cree una devorahombres y de quien todo el mundo se aprovecha por su inocente belleza.
Y la mujer que cuida de huérfanos y maneja la escopeta, y los tenderos y, por supuesto, los dos niños.
Personajes ricos, complejos, sugerentes. Pasa el tiempo y te sigues preguntando por sus motivaciones. Por eso, da pena que estén tan mal dirigidos. Charles Laughton era un actor imponente pero, como director, exhibía unas extraordinarias dotes de torpeza. Lo peor de La noche del cazador es su dirección, una mezcla de lirismo, dureza e inutilidad difícilmente repetible.
Así que, ojalá que este guión lo hubiese dirigido Orson Welles.

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