23/5/07

12:08 al este de Bucarest

La verdad es que los primeros 45 minutos fueron justo lo que esperaba: retrato social cutre de un país post-comunista, música minimalista popular (un flautín estridente dando la paliza en la línea de Emir Kusturica), dificultades notables para explicarnos lo que se nos quiere contar, alargamiento innecesario de escenas...
Pero entonces llegan los personajes al plató y te desternillas de risa. Me parece muy ingenioso el modo en que se realiza esta segunda mitad de la película. Tanto los personajes del plató como los que llaman por teléfono son interesantes paradigmas del sentir popular: unos creen que con Ceaucescu vivíamos mejor, otros invocan a sus abogados inmediatamente porque quizá tienen algo que ocultar, otros se amilanan... El ambiente ya es paradigmático: una fotografía como fondo, un cámara patético, un plató penoso...
Pero lo mejor es la gente: me encanta la andanada contra Dogma y la cámara en mano. Me encanta la escena en que el cámara se acerca a quitarle el barquito de papel al abuelete. Ésta es la típica secuencia que yo nunca podría rodar: por muchas veces que repitiéramos la toma, me echaría a reír a carcajadas. Sería incapaz de mantener esa cara de palo.

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