24/4/25

Despertar en el infierno

Grant es maestro en una escuela perdida del desierto australiano. Al llegar las vacaciones piensa ir a Sidney. Pero antes debe hacer noche en Bundanyabba. Yabba para los locales. Y Yabba es juego, alcohol, lujuria, violencia. Un lugar asqueroso del que tal vez Grant no quiera salir.
Sudorosa, sórdida, terrosa, grosera. Al acabar la película tienes resaca por la cantidad de cerveza que se ha consumido y tu primer impulso es ducharte para limpiarte la suciedad. También lavarte los dientes porque tienes tierra cementando los intersticios.
Es la Australia basta, ruda, soez. A medida que avanza la trama sientes realmente que te adentras en un estado de progresiva ebriedad, de locura sin sentido. Grant abandona la racionalidad progresivamente.
La matanza de canguros. Esas dos peleas con los marsupiales, a puñetazos, tienen una enorme carga simbólica. Son, por decirlo así, el abandono de cualquier rastro de humanidad que pudiera quedar. Grant, primero, lo presencia. Sabe lo que pasa ahí. Y lo desea y le aterroriza a partes iguales. Así que, sin esperanza, se enfrenta a su propio canguro. Eso es el infierno. Y de ahí no se sale.
Antes de dirigir Acorralado (Rambo), Ted Kotcheff ya se había hecho notar con películas como ésta. Era un director con una enorme fuerza visual y una planificación inusual. Wake in Fright es una de sus películas más arriesgadas. Es del año 1971 y estaba en sintonía con ese cine canalla que buscaba ser rupturista con las convenciones anteriores.
Y sí: tan desagradable como hipnótica.

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