Adam
trabaja en una hamburguesería de carretera. Su vida es rutinaria,
anodina, aburrida. No es feliz pero tampoco aspira a más. Está bien
como está. Un día recibe una llamada que le informa de la muerte de
su padre, al que apenas conoció.
Adam
comienza a explorar un poco en la vida de su padre. Quién era, tíos,
primos, abuelos… A medida que investiga llega a la lógica
conclusión: era un extraterrestre.
No
creas que es ciencia-ficción. Lo del extraterrestre es un anzuelo
interesante. Es simplemente la excusa para mostrarnos a un hombre en
busca de su identidad, tratando de averiguar quién es, cómo ha
llegado hasta aquí, qué debe hacer con su vida. Loco o no.
En
algunos momentos me recordó a la muy superior Take Shelter.
Un poquito por ese concepto en el que no sabes si el protagonista
tiene razón o está como una chota. Pero más que nada por la
atmósfera de extrañeza. Desde luego la alelada interpretación de
Faraz Ayub es sorprendente.
Evidentemente
la ausencia del padre ha definido a Adam de modo brutal. Parece
estupidizado. La muerte del padre o, mejor dicho, la iniciativa para
tratar de averiguar algo sobre la vida de su padre, parece un
arranque de iniciativa prodigioso. Y quizá suficiente para salir de
su estado anímico.
Me
parece bien cómo trata la idea de fondo: quién soy, qué pasado me
trajo hasta aquí, qué haré. Pero el asunto del extraterrestre no
me convence tanto. Ya que lo plantean debería haber un mayor juego
de evidencias a favor o en contra. Parece que faltara imaginación
para elaborar las idas y las vueltas, la prueba y la contraprueba.
Me
gusta que ese final apueste por el aquí y el ahora.
Desde
luego es para público minoritario.
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