13/1/21

Wolfwalkers

Ya mencioné en alguna ocasión que si en los siglos XI y XII hubiesen existido los dibujos animados, habrían sido como los que hace
Tomm Moore.
Wolfwalkers tiene cosas prodigiosas en su representación plana, en ese despojarse del artificio de la perspectiva. Es un ejercicio de la imaginación que casi tiene que doler. Hay algunos planos cenitales que se deslizan en planos laterales prodigiosos (última escena, por ejemplo). Pero es que también es preciosa la casa y la algarabía de la plaza del pueblo y el incendio…
Esa habilidad para tratar el trazo del dibujo y el color de formas tan libres me fascinaron en El secreto del libro de Kells y La canción del mar. Aquí lo llevan a un nivel imponente. Esto es, realmente, creatividad artística.
Robyn es una niña que quiere ser cazadora de lobos, como su padre. Pero entonces conoce a Mebh, una niña-lobo. La vida de Robyn dará un vuelco.
La moraleja y planteamientos no son muy novedosos. Es una apuesta por el diálogo entre culturas, el respeto de los que piensan distinto, etc. Pero el modo de plasmarlo, insisto, es de una originalidad arrolladora.
Y no es ñoña. Ese momento en que Mebh amenaza desde lo alto de la muralla es estremecedor. Quiero decir que Disney sería incapaz de lograr esta estética y tampoco la fuerza de su contenido.

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