Un
magnate de los medios de comunicación (Eddie Marsan) contrata a un
detective (Hugh Grant) para que investigue los trapos sucios de un
mafioso (Matthew McConaughey) y su esposa (Michelle Dockery). Y
descubre más cosas turbias de su brazo derecho (Charlie Hunnam), su
socio (Jeremy Strong), un entrenador de boxeo que controla una banda
local (Colin Farrell), la mafia china (Henry Golding) y,
accidentalmente, la mafia rusa.
La
película que vemos es lo que Fletcher (Hugh Grant) cuenta a Ray (Charlie
Hunnam) para chantajearle y, como es un relato oral, hay digresiones, cambios
en lo que se cuenta, cosas que irrumpen de golpe y luego van hacia atrás… Ya
sabes: esos juegos de rebobinado que tanto le gustan a Guy Ritchie.
Es
su mejor película desde los tiempos de Lock & Stock y Snatch, cerdos y
diamantes. Quizá incluso mejor. Es capaz de manejar una gran multitud
de personajes, hilvanar una trama coherente y no excederse en artificios
aunque, los que emplea, son muy divertidos.
El
reparto está realmente espléndido. Hay muchos personajes y en ocasiones parece
que alguno se ha perdido por el camino, pero vuelven a reaparecer
oportunamente. Y tramas que parecen desubicadas (ese primer disparo en la
primera secuencia que luego volvemos a ver) acaban por cobrar sentido cuando se
tienen todas las piezas.
Sin
que sirva de precedente, mi favorito ha sido Colin Farrell. Vaya
personaje.
Imagino
que, tras la piltrafa de Aladdin,
Ritchie necesitaba demostrarse a sí mismo quién es y lo que sabe hacer.
Pues por mi parte está perdonado.