A
estas alturas ya habríamos podido ver Roma
de no ser por el boicot de los cines a Netflix.
Es
una medida estúpida en muchos niveles y se podrían dar muchos argumentos acerca
de por qué es así. De pura conveniencia monetaria, de dónde quedaron las
promesas de tantos de no exhibir sólo cine comercial sino también cine
artístico, de compromiso con los ciudadanos que no sólo quieren ver
superhéroes, de no ser contradictorios hablando de que el cine se ve en el cine
y cuando tienen ocasión no lo hacen, de todos aquellos que sí habríamos ido a
verla al cine, de los que aún dicen que no existe la censura, de mentalidad del
siglo XXI, de perspectiva sobre que las cosas están cambiando, de que no existe
ni un solo dato que indique que el cine ha perdido espectadores por culpa de
Netflix…
Incluso
podría hacer algún futurible: de aquellos que, si Roma gana el Oscar, la exhibirán después.
Y
podríamos meter el dedo en el ojo, acerca de sus cutre-semanas del cine cuando
la calidad de lo que se exhibe es ínfima, de los precios, de los malos
servicios o instalaciones… Esto ya sería irse un poco por las ramas pero forma
parte de algo importante: los cines quieren ser, a la vez, elitistas por sus
precios y populares para que la gente vaya en manada. Y ambas cosas como que
no.
Pero
basta una pregunta. Por favor, que levanten la mano los distribuidores de cine
que no tienen Netflix en sus casas. Porque estaría feo pedir a sus clientes
algo que ellos no están dispuestos a hacer, ¿no?
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