Tras
un terremoto en París surge una niebla tóxica del subsuelo. Sólo sobreviven
quienes viven en pisos altos y los que viven en Montmartre. Y la niebla no se
va. Sube poco a poco.
La
peli se centra en una familia con un problema añadido: la niña, Sarah, tiene
una enfermedad, cada vez más común en la población, que le obliga a vivir
aislada en una cámara y se encuentra en un piso cubierto por la niebla.
No
es una gran película debido a su sencillez y falta de riesgo. Pero me gusta.
Hay cierta virtud en esa sencillez, algo de búsqueda esencial en el valor de
imagen por sí misma y en el valor de la vida. Romain Duris y Olga
Kurylenko han sobrevivido y tendrían recursos para salvarse con cierta
facilidad de no ser porque están atados a su hija. Sarah se convierte en el
centro y el motor de la acción. Estática en su cámara, fuerza las acciones de
los padres.
Pocos
personajes, con un par de escenas dramáticas logradas y un giro final extraño que exigiría alguna explicación (o quizá no) pero, a la vez, cargado de sugerencia. Si La niebla americana era una de las películas más
desesperanzadoras que se ha hecho, La
bruma busca lo contrario.
Qué
maja la parejita de ancianos del ático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario