Un
grupo de jóvenes, verano, un taller de escritura dirigido por una escritora. La
multiculturalidad francesa, blancos, negros, árabes. Los problemas raciales,
los límites de lo que se puede escribir o no, la censura, la autocensura, el
deleite en la violencia extrema, el terrorismo islámico, los videojuegos, el
vacío existencial. El aburrimiento.
Sí.
El aburrimiento.
Laurent Cantet filma su película más
compleja, más interesante y más abierta. En el taller evoluciona la idea de una
novela policiaca que abarque pasado y presente de la ciudad. Una historia de
ellos mismos, de sus familias. Un asesinato como excusa para retratar el lugar
en el que viven y que les configura. Para descubrirse a sí mismos. Pero uno de
los chicos siempre busca el choque, la provocación.
Guión
sólido y mucha improvisación, como le gusta a Cantet. Arroja un montón
de ideas, vertebradas sobre un eje, para que tú hagas con ellas lo que quieras.
Y logra que el misterio de ese chico nos enganche, que surja el suspense y,
finalmente, la tensión en sus minutos finales.
Para
cinéfilos, creo. Pero tiene momentos bastante estimulantes.
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