-Te
presento a Óboe Wan Kenobi.
Mozart in the Jungle es una serie no del todo
bien engrasada. Lo que pasa es que tiene grandes escenas, grandísimos momentos,
instantes mágicos, deslumbrantes, arrolladores.
Para
mí empezó a cobrar sentido a partir del 1x04, cuando Lola Kirke, de la
mano de Gael García Bernal, comienza a descubrir la música en lo
cotidiano, en el ruido de los trenes, en las copas de champán, en el tráfico
urbano. No la forma sino la esencia. También tiene idas de la olla extremas
como la relación de Gael con su ex-esposa. Pero, en fin: no la forma sino la
esencia. La sangre.
Ese
nuevo director de la sinfónica de Nueva York es joven, un genio y tiene ideas
originales. Y ahí reside el encanto de la serie. En esos personajes que tienen
un instante de sublimación con la música para luego sentirse frustrados en la
cotidianeidad de la vida.
Me
encantó la Obertura 1812 de Tchaikovsky,
tocada en un solar mugriento; el 3x03 cuando Hailey tiene el primer gusanillo
de que le gustaría dirigir; el 3x07, rodado en una cárcel con estilo
documental; el dolor de tener que hacer un anuncio para Salsas Delgado; las
conversaciones con Nannerl Mozart. Tener a Monica Bellucci (y Plácido
Domingo) y Venecia en la tercera temporada fue un lujazo.
En
la cuarta temporada se les fue. Se les fue la sangre. Hablaron de la sangre más
que nunca precisamente porque no supieron cómo llegar a ella. Así que entiendo
que hayan puesto fin a la serie. Mejor cancelarla ahora que viajar a la deriva
durante más tiempo.
En
fin que, pese a su irregularidad, me pareció fascinante en muchos momentos.
-Que
le den. Si prefiere estar en Venecia dirigiendo a una de las mujeres más
hermosas del mundo, en vez de haciendo piquetes aquí con nosotros, él se lo
pierde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario