La
peli prohibida en Rusia en plena democracia de Putin. Y yo pensando que
los rusos eran tíos rudos pero resulta que tienen la piel muy fina. Por otra
parte es cierto que nadie les ha acusado jamás de tener sentido del humor.
Porque,
aunque Armando Iannucci siga haciendo lo mejor que sabe (machacar sin
misericordia a los políticos), la película, comparada con The Thick of It, In the Loop o Veep, es para nenazas, para barbies.
Iannucci trata de reflejar los
hechos históricos cruciales con exactitud. Y, al mismo tiempo, convertirlos en
comedia desaforada, tratando como caricaturas tronchantes a los personajes
principales.
Ese
es un problema muy gordo del que no sale siempre bien parado. El otro problema
es que una película de 105 minutos tiene otro ritmo que los capítulos de series
a los que está acostumbrado. Y, curiosamente, ahí sabe moverse bastante bien.
Pocas veces flojea el ritmo.
Un
inmenso Steve Buscemi (Kruschev) lleva la batuta, desde la figura
escondida hasta hacerse con el poder. Y da gusto ver las apariciones de un
reparto notable, especialmente Olga Kurylenko y Jason Isaacs.
Me
encantó la trama de la niña para la foto. Muy graciosa.
Resulta
entretenida y ágil pero no hay que esperar la visceralidad habitual. Por cierto:
en los créditos finales (ingeniosos) va desapareciendo la cara de la gente. Y ahora
parece especialmente significativa, la disolución de Jeffrey Tambor.
Cada cual tiene sus censuras.
Respecto
a los rusos, en cuanto vean Veep y descubran lo que Iannucci hace
con la democracia americana, seguro que se les pasa.
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