Estados
Unidos es (de momento) un país libre y, por supuesto, Jennifer Lawrence
puede escoger el papel que prefiera. Pero si hay una actriz, ahora mismo, que
puede elegir lo que le dé la gana, es ella. Así que un día tiene que
explicarnos por qué sus últimas películas han sido Gorrión rojo, madre!,
Passengers, X-Men: Apocalipsis y Joy.
He
visto pelis malas de espías: porque mezclan mal los géneros, por su ritmo, por
su montaje, por carencia de medios, porque se les va la olla. Pero jamás he
visto una trama tan estúpida (y eso que todos recordamos la pata de conejo de Mision Imposible 3). Primer punto
idiota: un americano se encuentra con otro tipo en Rusia y, por tanto, el otro
tiene que ser un topo. Segundo punto idiota: no me fío de ti, así que te voy a
convertir en espía. ¿Qué clase de lógica es esa?
Pues
la peli gira alrededor de estas dos bobadas sin que le veas ni pies ni cabeza a
toda la evolución. Por cierto: el tío Vanya debe ser un guarro porque no limpia
los vasos de los invitados jamás.
Y
las interpretaciones. La única interesante, pese a sus pocos minutos, fue Mary-Louise
Parker. Parece que es la única que sabe lo que es actuar: construir un
personaje, darle una psicología. Los demás son todos iguales, como si llevaran
una escoba metida por mal sitio. Psicologías idénticas, totalmente
intercambiables.
Y
141 minutos, oye. Los primeros 40 minutos sobran por completo (el ballet y
demás) y la academia de espías casi por entero (no tiene apenas repercusión
alguna en lo que está por venir). Hora y
diez habría estado más justificada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario