A
mí las películas apologéticas me dicen muy poco. Ya hagan apología del
cristianismo (como la presente), del comunismo, de conservadurismo, de
progresismo, de feminismo o de lo que sea, dejan de interesarme muy pronto
(salvo que tengan el genio de Eisenstein o de Riefensthahl porque
entonces es otra cosa). Por un motivo muy sencillo: la ideología se come al
cine. Y yo voy a ver cine. Cine por el cine. No a que me den lecciones.
Tuve
un profe en la universidad que sólo consideraba cine al cine ideológico (y sólo
el de su cuerda, claro). Bien. Alguien así no puede entender el cine.
En
fin. Al grano. Un periodista se agarra un globo del 15 cuando su mujer se hace
cristiana. Así que se dedica a investigar para desmantelar la Resurrección de
Cristo y, por supuesto, termina haciéndose cristiano. Es una historia real, así
que es también un biopic.
Sólo
me gustaron dos cosas. Una: Faye Dunaway. Dos: que el tipo se da cuenta
de que, en vez de meterse en berenjenales, lo que tiene que hacer es dejar de
ser un capullo, querer a su esposa, a sus hijos y a quienes tiene alrededor.
Que ya es bastante.
Buena
ambientación ochentera.
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