Hay
dos Spielberg. El Spielberg creativo e imaginativo y el Spielberg
dramático. A la crítica en general le gusta el segundo. A mí me gusta el
primero.
La
película es perfectísima. Spielberg, con los ojos cerrados, sabe dónde
colocar la cámara, dónde moverla, dónde hacer un travelling, dónde un picado…
Que aprendan todos los directores cómo se usa la cámara al hombro. Y de forma
tan elegante que ni te enteras. El ritmo es de enorme precisión. La trama tiene
fondo.
Pero
la cosa es que a mí no me dice mucho. Del mismo modo que no me dijo mucho Lincoln ni El puente de los espías. Porque es un Spielberg
rutinario. Porque el tío sabe tanto de cine que ni tiene que esforzarse. Con
los ojos cerrados. Y él puede hacer más. Es el Spielberg imaginativo, el
que a mí me gusta, el que arriesga con extrañas soluciones visuales.
Peli
para periodistas, para que se den palmaditas en la espalda y sigan creyendo que
no están a sueldo a nadie. Peli para los que gustan del idealismo tipo Sorkin
(aunque las pelis de Spielberg también son más equilibradas en sus
guiones). Peli para los anti-Trump.
Claro,
luego te rodeas de un reparto de lujo, que también sabe hacer ese tipo de cosas
con los ojos cerrados y queda una cosa muy bonita. Perfectísima. Y, al menos
para mí, muy olvidable.
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