¿Te
acuerdas de aquellos cortos maravillosos de Pixar antes de una película?
Pues
olvídate. En una época de plataformas digitales en la que la gente ve lo que
quiere, donde, cuando, como y con quien quiere, Disney nos obliga, antes de Coco, a tragar una
imbecilidad soberana para seguir sacando réditos a una peli de hace ya 4 años.
Este
despropósito de 22 minutos (¡22 minutos!) demuestra además que Disney es
incapaz de concisión, de sutilidad, de sugerencia.
De
acuerdo en que Frozen fue un
éxito de taquilla. De acuerdo que les ha dado mucho dinero en lapiceros y
mochilas. Pero ¿a quién le importa un relato insoportable sobre el más
insoportable de sus personajes?
Un
insulto que, por si fuera poco, es aburrido y te pone en muy mala disposición. Frozen: Una aventura de Olaf tiene
la virtud de ser fácilmente olvidable. A los 5 minutos de empezar Coco ya te has olvidado del cabreo y
tienes la sensación de que 22 minutos de tu vida han desaparecido pero no recuerdas
en qué.
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