Hany Abu-Assad aterrizó en Estados
Unidos y realizó esta película, tan mala como Idol. El problema es que ahora no habla sobre palestinos y
entonces ya no hay porque respetarla. Y los mismos críticos que se deshicieron en
elogios con la mema Idol (sí, sí, búscalo, ya verás cómo son los mismos), ya
no tienen que guardar las formas porque ahora se trata de Idris Elba y Kate
Winslet y América y dinero americano.
Pero
ambas siguen siendo pésimas. Si tienes el corazón hecho a prueba de
romanticismos y dulzores ni te acerques. Pero es que aunque te guste lo
romántico tampoco deberías hacerlo.
La
película es una sucesión de clichés, de situaciones inverosímiles, de forzar
los momentos para que el guión (nulo) pueda seguir adelante.
Abu-Assad debería volver a su
país, rodar esto mismo, plano por plano, con un judío y una palestina (o a la
inversa) y ya vería como los críticos vuelven a enamorarse de él.
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