Asesinatos:
un intelectual, prostitutas, una familia… Nada en común. 1880. Londres. El
populacho ha apodado al asesino como el Golem.
Erudita
a su manera (se citan o aparecen Thomas de Quincey, Karl Marx, Dan
Leno, Alexander Pope, George Gissing) y con un montaje
complejo que entremezcla muchas tramas (la investigación, el juicio, los
flashback de la vida de Lizzie) tiene un fondo muy sugerente y una presentación
más bien pobre.
Es
una historia liviana dirigida al gran público. Pero su tratamiento, lúgubre y
de un tono revestido de impostada gravedad, daña a la trama y aleja al
espectador al que debería enfocarse
Su
puesta en escena, siempre oscura, gris, agobiante, con un puntín de sordidez no
termina de encajar. Ahoga el dinamismo que un relato policiaco debería tener.
Demasiadas palabras, demasiado teatral, demasiados espacios cerrados. Está
claro que el director quería elevar el relato a algo más, a un drama
existencial. Y no le ha salido.
Reconozco
que el giro final está logrado y que las interpretaciones salvan la historia. Todo
estaría muy bien si estuviese mejor tratado. Lo que hay es bastante ramplón y
un poquito cansino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario