Bigelow quiere sacudir,
conmocionar, provocar. Y lo logra con una película de violencia compulsiva,
tensa, agobiante.
Me
parece evidente que trata de imitar el Bloody
Sunday de Paul Greengrass. Pero ella no es Greengrass y
no sabe manejar la cámara con su habilidad. Tampoco el montaje. El tono
documental pierde fuerza por su distanciamiento.
Ese
afán documental choca con su fondo. No es una historia de Bien contra Mal. No
se trata de orcos contra hobbits. Una historia sobre el racismo exige matices y
aristas. Porque es un problema muy complejo. Decir que todos los negros son
buenos y todos los polis blancos son malos hace que la peli pierda
prácticamente su poder. Trata de maquillarlo un poco pero no cuela. Ese
maniqueísmo es nefasto. No hay personalidad en los caracteres, son
estereotipos.
La
directora sí es más eficaz manejando la tensión, especialmente en la larga
secuencia del motel. Ya lo demostró en En
tierra hostil y en La noche
más oscura. Pero eso no basta.
Intensa
pero efímera. No deja poso a largo plazo.
Está
bien ese comienzo de dibujos animados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario