El título egipcio original
es Eshtebak. La traducción
castellana, necesariamente realizada durante el transcurso de una borrachera,
es Clash.
2013. Egipto está
revuelto. Hay manifestaciones. Un furgón de la policía va deteniendo a gente.
Hombres, mujeres y niños de diferentes ideologías políticas, de distintas
religiones. La tensión aumenta tanto fuera como dentro del furgón.
Hay un problema al
enfrentarse a esta historia: seguro que perdemos muchos matices. Hay que ser
egipcio para entender todo lo que se cuece ahí dentro.
Y el “ahí dentro” es importante porque toda la
película está rodada dentro del furgón, un alarde de virtuosismo del que su
director, Mohamed Diab, sale bien parado. Es imponente lo que logra en
ese ejercicio de claustrofobia. En realidad, el espectador es el primero de los
detenidos, testigo de cómo aquello se va a llenar de disputas, de miedo, de angustia,
de la irracionalidad del pánico. También de detalles de humanidad.
Es muy interesante ese
espacio como metáfora de la sociedad, el lugar en el que nos vemos obligados a
convivir percibido como una prisión… hasta que descubrimos que es nuestro refugio,
nuestra salvación pese a que no estemos de acuerdo con otros.
Buena peli.
Interesante. Aunque la mayoría no estamos preparados para entenderla del todo,
su estilo y planteamiento siguen teniendo fuerza.
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