Menuda peli. Arriesgada
en muchos sentidos. En todos los sentidos. Un atrevimiento que se sale de
cualquier esquema.
Vamos a lo genérico: es
como mezclar Gomorra y Spider-man. Hacer algo de
superhéroes en Italia ya es apostar fuerte.
Un delincuente
infectado por residuos radiactivos adquiere súper-poderes. Lo interesante es
que no se trata de una parodia. Es realista, sucia, sórdida, brutal. Hay
escenas realmente bestias. El director no cede ni un instante en su estilo de decadencia
y cochambre, no se deja arrastrar por esquemas de Hollywood.
El delincuente
aprovecha los poderes para delinquir. Pero hay una chica loca que tiene mucho
que decir. Un personaje que, en sus delirios de princesa otaku, conecta con el anime
japonés.
Una mezcla de géneros alucinante
que, contra todo pronóstico, no chirría para nada. Descoloca, sí, pero funciona
perfectamente.
Una película insólita,
realmente lograda y que basta para asegurar que hay que seguir los futuros
trabajos de Gabriele Mainetti.
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