He maratoneado alguna
serie, no lo niego. En algunas ocasiones creo que incluso ganan. Algunas de
Netflix están hechas para ello.
Maratonear Twin Peaks no tiene sentido.
Alardear de ello menos aún. No entiendo a toda esa gente que se tragó los
primeros 4 capítulos seguidos. Es como si me dicen:
-He visto el Museo del
Prado corriendo y me ha encantado.
Puede ser que te haya
gustado correr, la sensación de la gansada, la experiencia. Pero no has entendido
un carajo de Las meninas, El jardín de las delicias o La Anunciación de Fra Angelico.
Twin
Peaks
puede que sea una obra maestra o justo su contrario: una tomadura de pelo. Pero
no podrás saber si es algo de eso si la ves a la carrera. Inland Empire me dejó descolocado en
su momento y aún sigo descolocado cuando pienso en ella. Tenía cosas,
indudablemente, magistrales. Y otras que aún no he decidido si eran magistrales
o una tomadura de pelo.
Sólo he visto el primer
capítulo de esta tercera temporada de Twin Peaks. Aún le doy vueltas. No a su contenido. A su
estética. Porque, por cierto, aquellos que le buscan sentido, también están
equivocados. Es surrealismo, jamás tendrá sentido. Pero se puede degustar estéticamente y esa es otra cosa que se pierden los que la ven a la carrera.
Y me encantaría que la
gente dejase de dar opiniones de cada capítulo, como si fuese un procedimental
tipo CSI. Hay que ver la serie
entera.
Y luego pensarla una
semana. O un mes.
Pensarla, disfrutarla, estéticamente. O justo su contrario. En cualquier caso David Lynch se ha ganado un respeto y merece algo más que las memeces que se están escribiendo sobre la marcha.
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