-Ponla en el caso. Todo
el mundo la odia. Es una buena forma de moldear a una luchadora.
Marisa. Qué tía. En un
bufete de abogados, volando siempre bajo radar, haciendo las cosas a su manera,
sin importarle leyes, reglas o historias.
Qué bien que Diane
perdiera toda su pensión. ¿Qué iba a hacer ella en una villa de la Provenza
francesa? ¿Y qué haríamos nosotros, espectadores?
La serie es buena. Odio
las series de abogados y The Good Wife
fue la única a la que me enganché. The
Good Fight, de momento, lo hace. Pero creo que todos vemos algunos
problemillas.
El principal de los
inconvenientes es que ninguno de sus personajes nuevos tiene el carisma de los
de su predecesora. Los grandes personajes son los heredados. Y Diane no parece
la misma. Sin ser la jefa carece de la misma perspectiva, esa señora que era
una leona dormida y podía saltar sobre cualquier cosa.
Maia Rindell sí es buen
personaje, pero creo que habría necesitado más minutos para definirla mejor.
Por cierto: así es como debe presentarse a una lesbiana (o un gay) en la
pantalla. Y qué pocos saben hacerlo.
El final, tras el
brindis por el aburrimiento, parece indicar que no nos vamos a aburrir. La
sombra de la estafa piramidal de sus padres se convertirá, forzosamente, en la
protagonista. Y Maia junto a esa sombra.
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