-Me sorprende que la
noche no fuera una masacre.
-¿Un muerto? Tampoco
fue para tanto.
Lo siento, pero este
supuesto dramón, dramón efectivo para mucha gente, contundente drama que ha
encantado a tantos, yo solamente puedo tomármelo en broma. Me sorprendo
partiéndome de risa.
Consiste en trasladar
la concepción de El padrino a
las relaciones de las familias de un pueblo. Y sí: en esos ambientes cerrados
saltan chispas y se almacenan resquemores. Pero el tono es tan grandilocuente,
las amenazas son tan shakesperianas, las venganzas tan épicas, las reacciones
tan desproporcionadas, que me da la risa.
-En mi tesis acuñé el
término padres helicóptero. Pero esas jodidas madres son putos kamikazes. Y no
estoy de coña.
En ese “no estoy de coña” reside el problema.
Porque, perdonad, guionistas, perdona, director, tenéis que estarlo. No puedes
tomarte tan en serio a esas mamás capaces de vomitar en la cena que la rival ha
preparado, de convertir una fiesta en lo más parecido a una Guerra Mundial,
mamás que deberían estar con Pablo Escobar repartiendo plomo.
La serie tiene muchos
detalles interesantes. Cosas como Nicole Kidman estirándose
inconscientemente las mangas de la chaqueta para ocultar los moratones, cosas
como conversaciones aparentemente inocuas que revelan tanto, cosas como los
diálogos sinceros que muestran la vida demencialmente contradictoria que
llevan. Y tiene, desde luego, un gran final, hilvanando con gran maestría todas
las piezas en esa fiesta tan planificada en su progresiva tensión. Gran
momentazo el de las 4 actrices juntas (Witherspoon, Kidman, Dern,
Woodley) en la terraza y la llegada de Skarsgard. Y luego Zoë Kravitz.
Pero eso no me la hace
más creíble.
Metáfora: muerto el
perro se acabó la rabia.
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