Son un matrimonio de
actores que ensaya Muerte de un
viajante de Arthur Miller. Tienen que trasladarse de casa cuando
su edificio colapsa. Y allí, en la nueva casa, ocurre la tragedia.
La elipsis de la ducha.
Por supuesto nadie la habría rodado así en occidente. En Irán la elipsis era
obligada. Pero eso la hace magistral. Sabemos lo que ha ocurrido por el relato
de los vecinos, lo que oyeron, lo que pensaron, cómo reaccionaron…
Las consecuencias,
claro. El derrumbe psicológico de ella, la incomprensión de él. Como es habitual en el cine de Farhadi,
las consecuencias afectan a más gente: el trato brusco con los alumnos, las
recriminaciones a los compañeros de trabajo… El mal siempre tiene repercusiones
sociales.
Y luego los diálogos de
la obra teatral, el modo en que reflejan lo que a ellos les sucede.
Ese final dramático es
muy astuto. Y la última escena, el maquillaje teatral, envejeciéndoles
externamente, es un símbolo de su interioridad.
Se llevó el Oscar a la
mejor película extranjera. Y van dos para el director. Hay menos sutileza en el aspecto moralizante que en
otras películas de Farhadi, pero es otro análisis social muy
interesante.
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